lunes, 14 de noviembre de 2016

Quien te cuide.

Aprenderé a dibujar la luna
contando sus cicatrices
para que se asemeje lo máximo posible
y poder plasmarla en lo más alto
cuando no veas la hora de ir a soñar,
cuando el día se parezca a eterno
y mi ausencia irremediable.

Busco quien te cuide,
el anuncio ya se encuentra en las páginas amarillas.
Yo no puedo hacerme cargo de tu tristeza,
no tengo tanto espacio en mi alma
y mi madre dice que no permitirá
que ésta se torne gris
con lo que me ha costado pintarle rasgos rosas.

La persona necesitada
solo debe tener un gran corazón 
y que no le importe regalar un trocito
a ese espacio vacío que reina en su pecho
(así puede llegar a amarte);
el suyo se lo dio a un ser no merecedor de tal tesoro, 
sus fauces le cegaron
y sus manos le hicieron perderse,
ahora nadie lo encuentra
 y yo necesito saber que tú lo conseguirás.

Diles,
cuando yo no esté,
que te gusta que te besen los nudillos
y te escriban en la espalda
los versos de Benedetti,
te tarareen canciones de Andres Suárez
y te tallen en las palmas
mapas de ciudades perdidas.

Háblale de mí a esa persona,
cuéntale la historia de mi nombre
y la poesía que en mi pecho escondo,
las mariposas que con mis pestañas creo
y lo muy profundo que te he amado.

Háblale de mí a quien ahora ocupará tu vida,
dile que yo fui una bala perdida
y he encontrado un cuerpo donde permitirme dormir.

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