viernes, 9 de septiembre de 2016

De una fotografía.

Me conozco sus manos,
los pliegues de sus dedos
y la delicadeza que desprenden
si es piel quien los prende.

Podría decir qué cicatriz lleva mi nombre
y te encontrarías con un lienzo en blanco.
Entero.
Él no sufre, él duele.

Reconozco sus labios,
sobre todo, estando partíos
de haberlos mordido
reprimiéndose las ganas de hacer trampas
para que salga luna
y libere sus armas.

En su ombligo creaba tempestades
mientras me besaba las rodillas
y me hacían hueco las estrellas
para situarme entre ellas.

Mi soporte, sus hombros,
piedra angular de su estructura.
Abriendo paso,
creando mundos,
desvalijando el mío,
enmudeciendo el frío.

He paseado más veces por sus clavículas
que por las calles de mi reino
y las luces de éste brillan por su dicha
con la misma fuerza
con la que a su brazo me agarraba,
al perder ficha
y ganarla el sol
despertándome a deshora
y recordando,
el muy cabrón,
que eso terminó.

"O corres o mueres"
dijo con mi corazón sobre la mesa.
Permanecí.
Lo fulminó.
Se marchó.
Sucumbí y corrí,
vacía,
pero me fui.

No hay comentarios:

Publicar un comentario