-¿Qué
haces aquí?-le pregunto cuando, al abrir la puerta, me lo encuentro
sentado en el escalón del jardín.
-Necesito
hablar contigo.- me responde poniéndose en pie. Aún me sigue
sorprendiendo lo alto que es, me saca por lo menos 20 centímetros.
Se
acerca a mí, y yo instintivamente doy un paso atrás, cosa que
percibe y baja la mirada, que antes tenía posada en mis ojos. Sabe
que me cuesta resistirme a ese marrón chocolate.
-No
tenemos nada de que hablar. Tendrías que haber venido hace tres
meses, no ahora. Tendrías que haber aclarado las cosas conmigo en
ese momento, haberme explicado el por qué de todo.- respiro e intento
tranquilizarme, pero nunca he sabido controlarme cuando estoy cerca de
él.- Ahora es tarde.
La
expresión esperanzada que traía consigo, se cae, junto con sus
manos, que guarda en los bolsillos.
-Mejor
tarde que nunca ¿no?- se balancea hacia delante y atrás suavemente
dando una imagen de niño que nunca ha roto un plato, cuando me ha
roto a mí.
-No.
Eso solo son tonterías que la gente dice para tener donde agarrarse
cuando no le quedan opciones a las que acudir.-sentencio y él
suspira. Sabe que soy una cabezota, pero esta vez tengo buenas
razones para serlo.
-Mira,
Sam, llevo dos horas esperando a que me abrieras la puerta porque
sabía que me habías visto, sabía que estarías mirando por la
ventana, te encanta.- vuelve a clavar sus ojos en los míos y me
invade una sensación que llevo intentando alejar desde que
terminamos.- Al menos merezco poder hablar contigo aunque sea por un
minuto, ¿no crees?
Me
dan ganas de tirarme a sus brazos y hacer que mis pedazos se vuelvan
a unir sintiendo su respiración en mi cuello y sus manos en el bajo
de mi espalda.
-No.-
respondo e intento cerrarle la puerta en las narices pero pone el pie
antes de que lo consiga. Chasqueo la lengua e intento no mirarlo
porque las lágrimas volverán a abrirse paso para salir, al recordar
las veces que ha hecho eso cuando teníamos cualquier pelea tonta.
-Sam,
déjame entrar. Sé que quieres saber lo que tengo que decirte, eres
demasiado curiosa para obviarlo.
En
eso tiene razón, en mi interior quiero saberlo todo, pero a la misma
vez hay una vocecita que me ruega que le eche de aquí.
No
le hago caso y termino abriendo la puerta para que entre. Una sonrisa
le cruza el rostro y siento como si me faltase la respiración.
Una
vez cierro la puerta, me dirijo, sin mirarle, a mi habitación pero
en cuanto entro, me arrepiento de haber escogido este lugar de la
casa. Demasiado íntimo.
Cuando
entra, mira a todos lados, analizándolo todo, buscando algo, parece
ser.
-¿Has
tirado todos mis regalos?-pregunta quitándose la chaqueta y
dejándome ver una camiseta blanca básica que hacen que se le
marquen los músculos. Esa era una de mis favoritas por esta misma
razón.
-No,
los tengo guardados, pero no a la vista.- contesto sin pensar, e
inmediatamente me arrepiento de ello porque se instala en su cara una
sonrisa triunfal. Signo de que no lo he olvidado. Pero sí lo he
hecho, ¿verdad?
Él
sigue recorriendo mi cuarto, mirando fotos, toqueteándolo todo y yo
me desespero.
-Bueno,
has venido aquí a hablar, no ha reordenarme las cosas, así que
empieza.
Estoy
de mal humor y se nota pero es su culpa, saca lo peor de mí.
-Vale,
tranquila.- se sienta en mi cama y me hace una seña para que me una
a él. Pongo los ojos en blanco y me coloco a su lado. Cuando nos veo
así, me doy cuenta de que estamos en el mismo sitio donde me pidió
formar parte de su vida como algo más que como amiga y vuelve la
punzada de dolor.- A ver, no sé por dónde empezar, la verdad...
-Por
el principio, es lo mejor y más eficaz.- le interrumpo y sonríe débilmente.
-Vaya, veo
que no has cambiado.
-¿Para
qué hacerlo?- sonrío un poco y no debería hacerlo. No quiero que
él me haga sonreír de nuevo, no después de todas las veces que me
ha hecho llorar.
-Lo
siento, Sam, de verdad que lo siento.- empieza a hablar y noto lo
nervioso que está porque empieza a jugar con sus manos; no las deja
de mover. Me dan ganas de cogérselas y decirle que todo estará
bien, que no se preocupe.- No tienes ni idea de todo lo que te echo
de menos, no te lo puedes ni imaginar, es que te necesito, Sam, te
necesito como al respirar y estos tres meses han sido como si me
estuviera ahogando y era porque no te tenía conmigo, no te sentía reír, sino que sentía... como te ibas olvidando de mí y entonces
me ahogaba más.- sus palabras agudizan mis ganas de derrumbarme y
tengo un gigantesco nudo en la garganta.- No lo has hecho, ¿verdad? No te has olvidado de mí, ¿a que no?- noto como se le quiebra la voz al final de la frase.
Abro
los ojos al sentir como me sujeta las manos con desesperación, con
miedo a que me marche de la misma forma en la que se fue él.
No
sé qué responder a eso, no sé si mentirle y decirle que sí, que
ya no es nada para mí o decirle la verdad; que no hay día en el que
no duerma con la camiseta suya que me regaló o mire nuestras fotos
rememorando cada momento.
Me
aprieta las manos como signo de urgencia y yo paseo la mirada por la
habitación, incapaz de mantenerle la mirada, centrándome en los rincones en los que me robaba besos; el
escritorio donde, mientras yo estaba escribiendo una nota a mi madre
avisándole de que me iba, me susurro al oído que me quería.
Dejo
que la lágrima que amenazaba por salir, corra libremente por mi
cara, y me da igual que me vea, ya me da igual todo.
-¿Por
qué te fuiste?- susurro muy bajo con la esperanza de que no me
haya escuchado, pero sí lo ha hecho porque me suelta las manos de
inmediato y se pone de rodillas delante de mí, y con su pulgar corta
el recorrido suicida del río que ha salido de mis ojos.
-Creí
que había dejado de quererte- intento hacer que esas palabras no me
afecten, pero producen el efecto contrario, me levanto, alejándome
de él y me siento en la repisa de mi ventana.- pero luego, a los
pocos días de haberme ido, cuando empecé a notar tu falta en mí,
me admití a mí mismo que no puedo dejar de quererte, que es
imposible hacerlo y al mirarme al espejo, después de varias noches
sin dormir recriminándome lo que te había hecho, no vi a un chico
feliz, libre, que no tenía que preocuparse por nadie; sino que vi a
alguien demacrado, no me reconocí y eso me asustó. Me asustó el yo
sin ti.- admitió cuando estaba a unos pasos detrás de mí. Yo observaba la calle, la gente que paseaba por ella y los niños que le pedían a sus madres dinero para un helado mientras que yo, lo único que quiero es que se calle y no diga nada más, que no me haga más daño, porque me está destrozando, de nuevo; pero a la vez, me hace volver a notar esas pequeñas mariposas que creí muertas durante todo este tiempo.
No
he parado de llorar desde que empezó ha hablar y no creo que pueda
detenerme ahora, porque he explotado y cuando alguien explota, tarda
su tiempo en recomponerse.
-No
me he olvidado de ti, James. Nunca lo he hecho.- reconozco con un
hilo de voz, tan endeble, tan débil como yo. Mis palabras le hacen
entrecerrar los ojos de alegría, quizás, pero baja la mirada al
empezar a sonrojarse. Me encantaba la manera en la que ese leve
enrojecimiento le daba vida a sus ojos.- Pero no sé si me puedo
dejar volver a quererte como antes, no después de todo el daño,
después de estos tres meses sola; porque he estado sola ¿sabes? -aparto la mirada de la ventana y le
miro a los ojos directamente y no me importa adentrarme en ellos, ya
no sé qué es lo que me importa teniéndole como lo tengo ahora: de
rodillas, suplicándome que le deje entrar en mi vida de nuevo.- me
adentré en un mundo que desconocía debido a que estaba acostumbrada
a recurrir a ti en cada momento de debilidad pero, en ese tiempo,
cuando miraba a mi lado, esperando encontrarte para sujetarme si caía,
como me habías prometido en tantísimas ocasiones que ya llegué a
creérmelo... no estabas. ¡no estabas, James!- me levanto y empiezo a gritarle, a soltarle todo lo que no le he dicho.- ¡Me hiciste convertirme en alguien indefenso cuando no estaba contigo! En alguien que se apoyaba en ese estúpido 'para siempre' y en tus promesas sin validez. Me creía todo lo que salía de tus labios; caso error.
Pasé un infierno sin ti y no estoy preparada a volver a pasarlo si
decides irte de nuevo.
-No
me pienso ir más.
-Ya,
eso dices ahora, pero cuando las cosas se tuerzan, te marcharás
hasta que las arregle y eso no funciona así. No puedo estar contigo
si voy a tener miedo por si vuelvo a escuchar el portazo de mi casa
como señal de despedida 'eterna'
-Entonces...
¿eso es que no quieres volver a estar conmigo?- puedo ver como
empieza a llorar y tengo que apartar la mirada y centrarla en otra
parte porque no puedo soportar verle derrumbarse y menos, sabiendo
que es mi culpa. Todo el nerviosismo, el enfado y las ganas de gritarle hasta dejarle sordo que minutos antes ocupaban cada parte de mi cuerpo, desaparece para dar paso a la angustia, al arrepentimiento y a la culpa. Hago el mismo movimiento que ha hecho él antes:
le seco las lágrimas con los pulgares y le acaricio las mejillas
intentando sonreír para que vea que ambos estaremos bien.
-No...
no puedo estar sin ti, Sam. ¿Qué va a ser de mí?- me pregunta en
tono de súplica, intentando aferrarse a algo para no descolgarse del
precipicio y acabar hecho añicos contra el suelo.
-Sí
puedes, James. Piensa que hay millones de chicas esperando a que te
enamores de ellas, quizás más cerca de lo que pienses y, fíjate,
malgastando el tiempo viendo a una ex medio loca bipolar, que solo sirve para
hacerte llorar y escribir cosas sin sentido. Mereces algo muchísimo
mejor que yo.- digo convenciéndome de que estoy haciendo lo correcto
por ambos. Que sé que lo pasaremos muy mal durante no sé cuanto
tiempo y los recuerdos nos atormentaran todas las noches hasta que
encontremos a alguien que nos haga soñar en vez de temblar de
miedo.- y, mira, quizás estemos hechos para estar juntos, quizás
dentro de unos años, nos encontremos y volvamos a ser, quizás ese
sea nuestro momento, pero no ahora.- estamos de pie en mitad de la habitación, con el sol escondiéndose, dando lugar a un perfecto atardecer, esos que tantos nos gustaba ver sentados en el tejado de mi casa; y ahora solo vemos su reflejo en nuestros rostros, le damos la espalda a lo que una vez nos unió porque quién sabe si nos puede romper más.
Ahora mismo, somos dos almas rotas aguardando a alguien con el valor de arreglarnos.
El silencio reina entre estas cuatro paredes porque ninguno habla, aunque nos estemos gritando con los ojos.
-Espero
que lleves razón porque creo que no seré capaz de olvidarme de ti.-
habla después de un tiempo mirando nuestras manos entrelazadas,
supongo que pesando que será la última vez que nos sintamos, que será la última vez que miremos de esta forma. Ya no habrás más amaneceres en su cama, ni noches largas sumidas por los besos y las caricias desordenadas.
-No
lo hagas, porque yo no tengo intención de hacerlo.
Eleva
la comisura de los labios intentando simular una sonrisa, pero no le
sale. Está más triste que nunca y lo sé porque yo estoy igual.
-Te
quiero, Sam. Te querré siempre, por muchas que pasen por mi vida, tú
eres la única de la que me enamoraré de esta forma tan... real, que duele tanto que te desgarra por dentro, pero es la mejor sensación que se puede experimentar: querer hasta doler.- niego con la cabeza, sin saber qué decir porque ni yo misma lo habría explicado mejor. Salto
a su cuello y le abrazo con tanta fuerza que parece que le romperé
todos los huesos, pero al sentir que él también lo hace, me permito
quedarme ahí metida un rato, en lugar donde más segura me siento de
todos, donde no volveré a estar. Lo siento
llorar en mi espalda y yo le pido perdón por esto, a lo que
responde:
-Esto
me lo he buscado yo solo, ahora me toca cargar con una vida sin ti. -rompe el abrazo y encoge los hombre en señal de que no se puede hacer nada. -Nadie me dijo nunca que los errores se pagaran tan caros, porque me
han dejado sin nada.
Bajamos
las escaleras, le abro la puerta y él cruza el umbral, deteniéndose
a pocos metros. Se gira y con ambas manos en los bolsillos y los ojos
enrojecidos, me habla por última vez:
-Hasta
pronto, Samantha.
-Hasta
pronto.
Baja
el escalón y empieza a caminar, lo veo alejarse y cuando lo pierdo
de vista, realmente siento que mi corazón no va a sanar porque él
se lo ha llevado, dejándome el suyo a cambio, dejándome todo lo que
es.
-Yo
también te quiero, James.- susurro para mí cuando entro en casa,
cerrándole la
puerta a cada opción a la que sujetarme, porque él era cada una de
ellas.