Me estás agarrando la mano.
Aunque tú no lo sientas,
pero me tienes cogida de la mano.
Haces círculos con tu dedo índice
en la longitud de mi pulgar,
y alguna que otra vez,
se te escapa un apretón
para recordarme que ahí estás.
Estamos cogidos de la mano
pero caminamos separados,
se ha bifurcado nuestro camino
y no sabemos por dónde tirar;
estamos parados en el arcén,
con los intermitentes puestos
decidiendo si yo tomo tu sendero
o tú el mío.
La noche acecha
y el miedo se acerca,
ya lo oigo,
¿tú lo escuchas?
nos quiere rasgar la piel
hasta entrar a lo más profundo
y ponernos del revés.
Mira al cielo,
coge aire
y que cada uno eche a correr,
que la ilusiones rotas
nos van pisando los talones.
Qué miedo pasé
al encontrarme sola en ese bosque de voces
que aclamaban por mi atención;
¡ayúdame!
chillaban
y esos gritos me taladraban la cabeza
para instalarse allí.
Grité y grité contra ellas,
para que mi voz se escuchara por encima
y así volverme algo más cuerda.
Me quedé sin voz
y las voces sin fuerza;
caí de rodillas
y lloré.
No emití sonido alguno
e intenté llamarte
y no aparecías
pero te seguía cogiendo la mano
aunque no estuvieras,
aunque corrieras por tu bosque,
te sigo manteniendo en pie
y yo sigo andando
aún cogida a tu mano
sin despegarme nunca
de esa caricia tan cercana
y a la vez, ya perdida.
Llegué a un prado
donde el sol brillaba
y mi pálida piel
cogió color.
Míralo cómo canta en la copa del árbol,
qué libre,
qué único,
qué vivo.
Ahí estás,
más grande que nunca.
Me dices
estás más alta
y te respondo
me siento más pequeña.
Me preguntas por tu vida
y te digo que la tengo aquí guardada,
en el lado izquierdo del pecho,
que sigue bombeando
y que está bien.
Sé que me la vas a pedir de vuelta
y no sé si estoy preparada para dejarla marchar,
al fin y al cabo
ahora es mía.
Lo entiendes
y te alejas,
yo me acerco
y das un paso,
me tomas la mano
y susurras
ya sabes andar sola
me soltaste la mano
y, sin yo quererlo, eché a volar.
Me preguntas por tu vida
y te digo que la tengo aquí guardada,
en el lado izquierdo del pecho,
que sigue bombeando
y que está bien.
Sé que me la vas a pedir de vuelta
y no sé si estoy preparada para dejarla marchar,
al fin y al cabo
ahora es mía.
Lo entiendes
y te alejas,
yo me acerco
y das un paso,
me tomas la mano
y susurras
ya sabes andar sola
me soltaste la mano
y, sin yo quererlo, eché a volar.