miércoles, 28 de agosto de 2013

I'm trying to believe.

¿Os habéis preguntado qué es el amor? Yo no sé como una cosa que hace tanto daño, es tan buscado.
¿No habéis oído hablar de que las mejores cosas son las que llegan sin previo aviso? El amor, quizás, es eso: un accidente que te cambia la vida. Que te puede matar si no es el adecuado o hacer que recorras mil historias y millones de momentos que valgan la pena recordar.
Cuando ves a parejas andando por la calle cogidos de la mano, besándose, te preguntas el por qué tú no estás así. El por qué sigues cogiéndole la mano al viento. Piensa que puedes estar con una persona para que te coja la mano por la calle, te bese hasta dejarte sin aliento y te diga cosas bonitas al oído cada vez que quieras, pero ¿merece la pena desperdiciar ese tiempo con alguien con el que no durarás ni un año por el mero hecho de que no estáis hecho con el mismo fin? El amor es para la gente que se promete. Que se casa. Que envejecen juntos. Para mí, el amor en la adolescencia no existe. Son cuentos chinos para que tengamos la ilusión de encontrar a ese chico/a que nos haga ver las nubes con solo saludarnos o que nos haga perder las bragas con cada 'te quiero' pero, ¿sabéis qué? Esos amores, acaban donde empezaron:en lo desconocido.
El destino no te lo pone tan fácil en el amor. Ni de coña. Quiere que te pares a pensar. Que sufras y que luches. Porque ¿qué ganas cuando consigues algo que te sirven en bandeja de plata listo para comer?

Liars.

-Vamos. Salta. Estamos aquí, no te dejaremos caer.
Cambio de pierna instintivamente mirando bajo mis pies. 30 metros debajo de mí, en el río, se encuentran mis amigos, los mismos que me han dicho que saltase, que no dejarían que me pasara nada. El viento que hay en este saliente del precipicio siempre me ha reconfortado. Lo inspiro hasta llenarme los pulmones de él, cerrando los ojos, dejando que me amase el cabello. Lo expulso a la misma vez que abro los ojos y veo el cielo azul delante de mí, tan impasible como siempre. Burlándose de mi miedo. Sin darme cuenta me he pegado a la pared del precipicio y a los pocos minutos estoy corriendo hacia el borde, preparada para saltar. Pero al llegar, freno, me doy la vuelta y cuento hasta tres.
1.
2.
3.
Y me tiro.
Salto y caigo en un vacío eterno que se prolonga hasta que dejo de gritar y, por un instante, parece que estoy volando hacia Dios sabe donde, mecida por las brisas y acelerada por los arranques ocasionales de viento. Dejo de sentir esa sensación de tranquilidad cuando el agua da contra mi espalda produciendo un golpe hueco. Tan hueco como la caja de una guitarra. ¿Es normal sentirse tan bien, tan feliz, tan relajada minutos antes de morir? Noto como me voy rompiendo poco a poco y como el cielo azul, que antes se burlaba de mí, ahora llora convirtiéndose en negro. Voy a morir. A desaparecer.
Dijísteis que no me dejaríais caer. Mentísteis.
Es lo último que pienso antes de que la oscuridad me engulla.