martes, 20 de enero de 2015

'que la piel es de quien la eriza'

Sentada en las escaleras del jardín, la llama del cigarro se va consumiendo mientras Yiruma y sus acordes a piano me hacen acordarme de él, aunque para qué mentir, ya no hay ni una sola canción que no me lleve a recordarle.
Veo cómo el viento balancea las ramas de los árboles, cómo los pájaros se posan sobre éstas y esperan a que más se unan a ellos. Una vez leí que cuando dos pájaros se crían juntos en cautividad y uno de ellos muere o escapa, el otro deja de comer y  piar; como si entrase en una depresión extrema, hasta que termina muriéndose por la falta de su compañero de vida.
Es triste pero se puede asemejar un poco a nosotros, bueno, y a todas las personas que no esperan la marcha de su compañero y que, cuando ocurre, hay un tiempo que no saben cómo soportarlo y dejan de brillar con esa luz que guiaba e iluminaba la vida de otras personas. Es extraña la manera en la que, sin quererlo, empezamos a depender de otra persona para sonreír cuando debería de servirnos con nosotros mismos y la luz del sol, o los días nublados a quien los prefiera, como yo.
Muchas personas cuando intentas contarle sobre ese gran amor de tu vida y ven que giras la cara para que no vean esa lágrima tonta que se ha escapado de su jaula, te cogen del mentón y te dicen ''ni en un millón de años ese chico, por importante que sea para ti, merecerá que el sol se sienta con superioridad porque dejes de sonreír al pensarle''.  Supuse que con ese 'sol' se referían a él y desde ese momento dejé de mirar al sol, que nos alumbra, directamente porque incluso eso me recordaba a él y opté por encariñarme con los atardeceres porque significaba que se iba y me dejaba la noche para mí, para seguir pensándole aunque esas veces no me veía hacerlo.
Por eso se me hace tan duro el levantarme cada día y ver que está ahí aunque en verdad no esté y que nunca volverá a estarlo; qué desgracia la mía tener que vivir con este vacío que no se va ni a golpes de cigarros, y ni esos golpes podrían alcanzar alguna vez ese dolor que me produjo su adiós y que aún, después de lo que para mí han parecido siglos, sigue devorándome por dentro.
He optado por no hablar más de él, quizás así se vaya del todo y deje espacio para quien no se quiera ir; y digo 'del todo' porque aunque no esté a mi lado físicamente, su alma sigue destrozando la mía a base de palabras que duelen más que las balas. Pero, claro, cómo vas a olvidar a la única persona que se te ha colado tan dentro que no sabes como echarla, que es peor que ese amigo que viene de visita y se queda 3 meses en el sofá de la sala, peor que ese verano que no parece acabarse nunca, porque él no se va a ir y me tocará hacerle sitio a quien venga e intentar no comparar sus besos con los que me daba él y no decir que siempre amaré más con el corazón en perfecto estado que con uno hecho trizas, que es como lo dejó con la seguridad de ser él el único capaz de juntar las piezas. Que dicen que la piel es de quien la eriza, y ¿qué hago si esa persona nunca volverá a tocarme?