domingo, 2 de octubre de 2016

Octubre.

A veces, durante estos días, le quito el candado a tu recuerdo y lo dejo campar a sus anchas por las calles de mi alma.

He de ser sincera y decir que Octubre nunca me hizo demasiado bien
Si sumamos a mis alergias la resta de mis pocas alegrías y tus muchas idas, el resultado no pinta positivo.
Pinta ser demolición bajo tus órdenes, tortura con tu mirada impasible sobre mis heridas abiertas.

Octubre hace un poco más pequeñas mis alas y el vuelo veloz se reduce a un ligero aleteo con el fin de no perecer.
Los párpados parecen más pesados y, a veces, solo a veces, me permito imaginarte agarrándome la cintura, que ahora quema, o rozarte la clavícula y balancearme en ella como niña inocente ignorando que, minutos después, me empujarías al vacío.

En Octubre me grita un poco más el corazón y tú le contraatacas alegando que la culpa es suya por agrandarse al escuchar tu nombre.
Déjalo que ame, sólo me hace daño a mí.
Yo, de rodillas, suplico que bajéis las armas, que no hay dolor más severo que el de las palabras, os pido clemencia que no puedo aguantar otro asalto más; he derramado mucha sangre y merezco descansar.

En Octubre todo se vuelve un poco más gris y es tu aliento el que enfría, tu risa la que hace llover, porque ya no hay lirios que me traigan esperanza, no en este mes.