domingo, 28 de diciembre de 2014

'Recúerdanos, porque no habrá día que yo no lo haga'

No te pido que me reserves un hueco en tu corazón por si algún día decides regresar, tampoco quiero que te grabes a fuego lento el sonido de mi risa en tu mente para que cuando no tengas nada que escuchar, recuerdes que tienes esa pista eterna que no me importaría volver a grabar si eres tú quien me hace reír. No te voy a decir que no dejes que esos sentimientos, por pequeños que sean, esos que me pertenecen, se pierdan en las cenizas de mis cartas. No me atreveré siquiera a pensar en decirte que te acuerdes siempre de la manera en la que mis dedos acariciaban tu espalda como si fueran pinceles y ésta mi mayor lienzo.
No recuerdes mi voz susurrándote que te quería, ni mis manos frías que a mí me encantaba calentar con las tuyas por sentir como tu pulgar creaba un recorrido personalizado con cada toque.
Y, por favor, espero que no sonrías cuando te venga a la mente esos pequeños besos que me dabas cuando me quedaba sin palabras, me hacías sonrojar y esa era tu excusa perfecta para depositar en mis mejillas pequeños mordiscos que luego te hacían buscar mi cuello y matarme a cosquillas.
No quiero que ningún día se te ocurra escuchar mis canciones favoritas a piano para acordarte de que siempre las ponía de fondo cuando quería escribirte lo que para ti era la más sagrada de las escrituras; cada uno de mis textos lo fueron. Espero que ella te lea tu poema favorito, que por casualidad es el mismo que el mío, cuando vea que te desesperas entre tanto papeleo y acabéis abrazados en ese pequeño sofá de su comedor, como hacíamos nosotros.
Ruego que ella sepa hacerte feliz, que te conozca mejor que yo lo hice, que sepa interpretar tus sonrisas y admirar tus silencios en los que la mires a los ojos porque es entonces cuando más transmites. Que eres de esos que no necesitan expresarlo todo con palabras porque con esa mirada puedes hacer que cualquier chica se vuelva loca o se eche a llorar de la felicidad al encontrarte diciéndole que no puedes vivir sin ella.
Quiero que te deshagas de mis libros, menos del poemario de Neruda, deja que haya algo aún cerca de ti que tenga nuestra huella, esa que has dejado impregnada en mí hasta en el hueco más escondido de mi cuerpo.
No te sientes en aquel puente al final del río a ver cómo el atardecer inunda el horizonte y recordar cómo me mirabas de reojo solo para no perderte esa cara de boba que decías que ponía, pero que, en realidad me mirabas porque justo en el momento en el que el sol se escondía, en el último segundo, era cuando mis ojos parecían brillar más que en cualquier momento del día; por eso te aficionaste a contemplar los atardeceres, pero solo si eran conmigo. Y lo que nunca te dije fue que los primeros días que los observábamos y no te atrevías a mirarme, me los perdía por ver la manera en la que movías los ojos de un lado para otro indeciso por si me cogías la mano o no, y cuando yo acerqué mis dedos a los tuyos hasta rozarnos, suspiraste y la sonrisa que se te escapó, joder, habría vendido los diez mil atardeceres más bonitos por verla cada día de mi vida siempre que quisiera.
Y, por último, no acaricies las sábanas de la cama buscando algún recuerdo, alguna marca de ese amor que desprendíamos por las noches a la espera del sol que nos alumbraba dándonos los buenos días, sabiendo que tú madrugabas porque te encantaba verme hecha un ovillo en la cama, con la espalda desnuda para acariciar mi columna con los dedos y poder suicidarte al final de ésta.

Y ahora, me despido, pero no sin antes suplicarte que me recuerdes, que recuerdes mis cabreos tontos y lo rápido que volvía corriendo a decirte que lo sentía y que no podía seguir haciéndome la enfadada para que vinieras a besarme la nuca. Recuerda mis ceños fruncidos cuando no entendía algo y quería que me lo explicaras y la manera que cantaba a pleno pulmón cuando íbamos en coche, con las ventanillas bajadas y la música tan alta que no podíamos hablar. Recuérdanos porque no habrá día que yo no lo haga.

domingo, 21 de diciembre de 2014

Estrellas por sueños.

Esas cenizas
que todavía arden
de los resquicios
que quedaron
de ese gran fuego que,
sin quererlo,
provocamos.

Revolución, quizás,
ganas de vivir,
de cumplir esos sueños
que una vez nos negaron de imposibles.

Las ansias de vivir,
de lograr objetivos
y callar las mismas bocas
que antes 
nos silenciaron,
haciéndonos renunciar
a las ilusiones
que nos definían.

Por esas personas
son por las que,
hoy por hoy,
intentamos dar lo mejor de nosotros,
superarnos
y
superarlos,
para que nos vean en el podium de la vida
mientras ellos se pelean 
por llegar a rozarlo siquiera.

Quién nos iba a decir
que sería verdad
que los que,
una vez,
estuvieron los últimos
se colocarían en cabeza
de esta carrera que es la vida
en la que todos participamos
aunque en caminos diferentes
y con obstáculos
mas
o
menos
difíciles de superar.

Y son esos,
los que logran acabarla
y terminar en un gran puesto 
para ellos mismos,
no para los demás,
los que se merecen el oro
y no los que van por terreno llano.

Que esos se lo dan todo
en bandeja de plata
y no usan las garras
por conseguir lo que otros sueñan.

viernes, 12 de diciembre de 2014

''Nos quería por encima de cualquier miedo''

Os diré,
pequeños corazones rotos,
que
no había mayor gloria
que sus besos con sabor a lluvia,
que sus brazos
encajaban a la perfección
con las curvas de mi cuerpo
y que, sin lugar a dudas,
prefiero su olor, 
tan único 
(como él mismo)
al más caro de los perfumes.

Os diré que no había día
en el que no pensase
que él era mi alegría continua,
que con cada bache que pasábamos,
se lograba hacer un hueco más grande
en mi pequeño corazón,
el cual, logró hacer enorme
con sus caricias 
desperdigadas por mi cara,
como si yo fuera la mayor obra de arte 
que jamás había contemplado.

Era todo un privilegio,
que pocos conseguían apreciar,
ver como sus dedos creaban círculos 
en la palma de mi mano;
para hacerme saber que 
ese mundo que dibujaba ,
aunque pequeño era,
nos pertenecía enteramente a nosotros.

No había mayor dicha
que escucharle hablar
y que al mirarme a los ojos
se olvidara de lo que estaba diciendo
logrando así, hacerme sonrojar.

Podía decirse que tenía,
a lo que hoy por hoy, 
sigue ocupando cada uno de mis pensamientos,
que era lo que toda mujer desearía tener con ella.
Y lo sabía,
y nos quería,
nos quería por encima 
de cualquier miedo,
nos quería con la mayor fuerza
que nadie podría llegar a querer.
Nos quería, 
al fin y al cabo, 
en silencio y a gritos,
con uñas y garras,
teniendo nada y soñando con todo.

Os contaré al oído
para que nadie más se entere,
que aún recuerdo el recorrido
que creó con sus labios
y me decía que lo repetiría
un millón de veces
por solo oírme suspirar.

Y,
con lágrimas en los ojos,
me atreveré a decir
que no hay mayor delito
que lo que la vida nos quitó:
el arte de amar y de ser amados,

martes, 2 de diciembre de 2014

¿Qué ha sido de mí?

Al mirarme hoy al espejo, no encuentro otra cosa que un alma demacrada suplicando por escapar de este cuerpo que quiere vivir pero que ya no sabe cómo hacerlo. Me he dado cuenta de mis ojeras por falta de sueños, debido a la demasía de pesadillas en las que vuelvo a perderle una y otra vez, como si no hubiera sido suficiente el dolor de ese primer adiós no articulado con palabras, sino con el corazón, ese mismo que una vez se atrevió a amar para luego acribillar. Se puede observar, desde bien lejos, que mis ojos ya no brillan como solían hacerlo, ya que era él quien encendía esa llama dentro de ellos; quién sabe si alguna vez volverán a llevar consigo esa luz que todos admiraban o terminarán tornándose negros azabache porque no serán capaces de transmitir nada más que la oscuridad que hay dentro de mí. Más de una vez le he preguntado a mi reflejo si esta máquina, a la que llaman corazón, volverá a latir con la misma rapidez y fuerza que cuando le veía sonreír, aunque siempre pensaba que algún día se pararía en seco al escuchar el sonido de su risa cuando conseguía hacerle feliz. No sé si es el despertador o mis pocas ganas de rendirme a esta vida lo que me hace levantarme y seguir hacia delante, porque puedo asegurar que si por él fuera me dejaría morir en esta cama y sus recuerdos serían las piedras que taparían mi tumba; y, aún así, no estaría lo suficientemente lejos de su voz, esa misma que me juraba no separarse de mí por muy turbias que se pusieran las cosas en mi mundo. Pero, al fin y al cabo, todos acaban marchándose y los primeros son los que juraron no hacerlo; en este caso, él, que sigue tan vivo tan dentro de mí como yo muerta me siento.
Seguiré rondando los lugares en los que algo compartimos, ya sea una mirada o el más apasionado de los besos, porque no hay nada como recordar las cosas bonitas aunque sea de la persona que menos se lo merece.
Al andar, siento como si arrastrase tras de mí un peso demasiado grande para alguien como yo, alguien que no tiene fuerzas para continuar. Al volverme, me doy cuenta que van atados a mis pies todo lo que él me quitó, desde mis objetivos por conseguir, a cada una de mis sonrisas. Es extraño, y a la vez inhumano, la forma en la que una persona se mete tan dentro de ti, se acomoda pensando estar durante un larguísimo periodo y, cuando se va, con las prisas, lo deja todo hecho un desastre e incluso llevándose cosas que no son suyas intentando recuperar lo un día él me regaló a mí: un pedazo de su corazón, un hueco en su alma y un espacio reservado para mí en su memoria.