sábado, 18 de abril de 2015

'la tristeza es extremadamente bonita'

Escribo esto con un temblor sobrecogedor en las manos, como si hiciera un frío de mil demonios bajo las sábanas de mi cama, o quizás sea porque hacia tanto tiempo que no oía el repiquetear de las teclas del ordenador intentando hacer magia con unas cuantas palabras, y que salga algo decente de esta locura a la que llamo mi mente; no sé, también puede ser porque no sé qué espero conseguir cuando termine este escrito, olvidarte quizás, olvidarme más bien.

He interpretado muchas veces delante del espejo de mi habitación las cosas que me gustaría decirte si alguna vez volviéramos a encontrarnos, siempre terminando ese discurso con un seguro y rotundo 'te he olvidado' que para la chica reflejada parece ser creíble pero mi mente se ríe de mí ante semejante estupidez y mi corazón se ríe, también, pero éste por no llorar pensando en lo que se le viene encima al pobre. Con todo lo que ha pasado y el peso que sigue soportando en sus hombros. 
Con pasos pesados y lentos me pierdo por las calles, dando la vuelta cuando me topo con un callejón sin salida y viéndoles una estrecha similitud con lo que es mi vida; con miles de preguntas sin respuestas y con un montón de respuestas sin sentido que ya ni me acuerdo de cuales eran sus correspondientes incógnitas. Intento ir rápido pero esta noche he decidido tomarme las cosas con calma y admirar, de alguna manera, la belleza que desprende esta ciudad aunque no te tenga para que oigas mis 'si tuviera una buena cámara podría hacer las mejores fotos de estas callejuelas' o 'creo que estas vistas son de lo mejor que contemplaré en años', tú te limitabas a sonreír y mirarme como si estuviera loca al decir eso en cada mirador al que subíamos. Lo que no sabías es que me hubiera gustado tener una cámara buena para poder haber inmortalizado esos pequeños segundos en los que te apoyabas en la barandilla de cualquier lugar y te perdías pensando en todo y mirando a cualquier punto fijo en el horizonte, quizás un árbol cualquiera o una persona que paseaba cargada de bolsas; se relajaban tus facciones y tu respiración era más pausada, más a mi compás. Transmitías paz, una paz de la cual nunca podía disfrutar porque eras un torbellino de acciones, no te gustaba estar parado más de cinco minutos sabiendo que podías estar haciendo otras cosas que merecieran más la pena, ya fuese limpiar la casa o amarnos en el sofá.
Me acostumbré a ir así, con prisas, sin frenos por la vida, esquivando a la gente como pudiéramos porque siempre se nos hacía tarde para ir al cine o nos olvidábamos de la reserva que habías hecho en cualquier restaurante y teníamos que salir corriendo, yo con tacones y tú con la chaqueta desabrochada, cogiéndome la mano para que no me alejara. 
Que mi freno de emergencia no sirvió contigo y seguiste corriendo más y más rápido, alejándome de tu agarre, dejando que me perdiera en las calles abarrotadas de personas desconocidas que miraban con mala cara a esa chica en vestido y tacones que estaba parada en mitad de ninguna parte y buscando por todos lados a ese alboroto al que llamas pelo.

Y ahora, estas mismas calles que tiempo atrás estaban hasta los topes de colas de gente intentando pasar, se encuentran vacías a mi caminar pero llenas de la tristeza que evoco por cada poro de mi piel.
Llega a mi mente, como una suspiro inesperado el recuerdo de tu voz ronca a las dos de la madrugada diciéndome que la tristeza tenía unos matices distintos a los de cualquier otro sentimiento y que, a tu parecer, era extremadamente bonita. Lo dijiste mientras me levantabas el mentón con dos dedos y observaste mis ojos para decir que esperabas no ser el culpable de ese tipo de belleza en mí.
Sigo caminando por una calle que parece no tener fin hasta que me encuentro con lo que era tu restaurante favorito, ahora cerrado y con un cartel en la puerta que dice 'Se traspasa'. Llámame loca si quieres pero sentí una punzada horrible en el pecho al comparar ese cartel con tu marcha, tan inoportuna y tan decisiva, que si tanto sabías que te irías podrías haberte llevado mi corazón entero en vez de dejarme con la otra mitad que busca desesperadamente abrazos sin dueño a los que aferrarse para completarse y poder volver a respirar.
Saco un bolígrafo de mi bolso y escribo en el cartel:
' He dejado de correr pero sigo extremadamente bonita'