sábado, 31 de mayo de 2014

'Si la nada nos engulle, que lo haga juntos'

La estrella de los tejados,
la luna de los cielos
y el "qué" de mi "por qué".
Mi mitad, o como quieras llamarlo.
Me limitaba a decir
que te necesitaba
que sin ti,
los lazos que me mantenían
de una sola pieza,
perderían la fuerza con la que estaban anudados,
haciéndome despertar
en un lugar extraño,
desconocido,
diferente al calor de tus brazos.
Cómo acostumbrarme
a no dormir con tu boca en mi cuello
o tus manos en mi cintura.
Cómo diablos podría estar sin ti.
Puedo parecer una loca,
desquiciada por saber qué pasará
pero, créeme, que lo hago
porque no soportaría el perderte.
Y es inutil creer que puedo averiguar el futuro,
pero, es que no lo quiero, si tú no estás en él.
Deja que todo siga su curso, disfruta del hoy, ya llegará el mañana. Mientras tanto, bésame.
Recuerdo que eso era de las mejores cosas que escuchaba salir de tus labios.
Me relajaba de alguna manera
porque, aunque no lo decías,
tampoco querías que me alejara de ti
Porque sabías que nadie te iba a querer ni la cuarta parte de lo que lo hacía yo.
Eras de esos que vivían el ahora,
que disfrutaba de todo,
que sonreía y si le faltaban motivos,
lo hacía el doble de fuerte.
Aunque siempre me decías que,
mientras yo estuviera a tu lado,
esa sería tu sonrisa verdadera 
porque era yo, y no otra, la razón de tu
felicidad.

como dos enamorados suicidas, nos encontramos para salvarnos.

Agarra las sábanas y cúbrenos de las miradas de los vecinos fisgones de enfrente o, solo tápanos para que sea en la oscuridad donde tus ojos busquen los míos suplicando por un beso, uno pequeño; de esos que me hacen aclamar por otro más. Y así puedo pasar la noche y todos los días de mi vida porque ni los drogadictos tienen mayor adicción que yo con esos labios y al efecto que tienen sobre cada poro de mi piel.
Enamorada de tus arranques de felicidad y de que me saques a bailar en medio del centro comercial, bajo la mirada envidiosa de los transeúntes depresivos que buscan lo que nosotros tenemos, sin importarte no tener música porque mi risa era la mejor melodía, según decías, y el aleteo de mis pestañas, el idóneo solo de batería.
No hay forma de que me canse cuando siento tus dedos jugando con mi pelo, tranquilizándome a cada finalizar el día. ¿Cómo irme si sabes que siempre volvería?
Dices que soy una chica espontánea, que se deja llevar, y tienes razón a medias porque solo permito que el tiempo sea libre cuando estoy contigo y, claro, tú solo conoces esa faceta de mí ya que ¿para qué correr por algo si ya tengo lo que andaba buscando? Y no está mal que me conozcas así, no me malinterpretes, coges lo mejor de mí sin pararte a indagar en mis demonios; supongo que piensas que eres capaz de echarlos de mí con cada carcajada que me sacas.
Eso también me une a ti, tus suicidas ganas de sacarme de este pozo sin fondo.
Y no te voy a mentir, ¿para qué intentarlo?
Me salvaste.
Me salvaste tantas veces que perdí la cuenta.
Me salvabas cuando escuchaba tu risa al otro lado del teléfono, cuando me dabas los buenos días entre besos que me dejaban los labios rojos e hinchados o, cuando me acompañabas a comprar ropa y tu cara de aburrido no se alejaba de ti por muchas veces que te sonriera de la manera que tanto te gusta.
Me has dado alas para volar, prometiéndome enseñarme a hacerlo.
Y lo has hecho; me llevas tan alto que las estrellas se ven minúsculas desde donde estamos y por ello nos envidian.
Pero nos da igual.
Ya se pueden apagar todas las luces del cielo que mientras nosotros sigamos brillando, habrá luz suficiente para guiarnos.

que aunque parezca que ahora no somos nada, lo llegamos a ser todo.

No sé si fueron las malas decisiones o el destino que no nos quiso juntos, pero no estaba en mis planes el no tenerte a cada mal momento por los que me ha tocado pasar, sin tu hombro para apoyarme si me tambaleaba por los golpes que me daba la vida. Algunos solo me hacían tropezar pero, otros eran tan fuertes, que no sé cómo sigo caminando. Me decías que era una persona fuerte, alguien que valía mucho pero no estuviste dispuesto a seguir encontrándome virtudes. Quizás por miedo a descubrir que pudiera tener más defectos que atributos.
Es extraña la manera en la que nos miramos ahora, como desconocidos con un pasado unido por nuestros labios.
¿Seguirás tan vivo sin mí? ¿Dormirás de un tirón sin tenerme al lado? Me gustaría que dijeras que no podrías ser el mismo, que nunca me olvidarás y que aunque parezca que ahora no somos nada, lo llegamos a ser todo.
Sé que todo es una palabra que abarca demasiado para decirlo a la ligera sin pararnos a pensar en las consecuencias, pero nosotros la decíamos porque no había forma de guardarla dentro nuestra.
Por ti y tus caricias me recorrí tantas veces el mismo camino, resbalando en el mismo punto cada vez que pasaba por él, sin aprender de ese error constante. Sin aprender que no eras bueno para mí, que me estabas matando aunque pareciera que me avivabas.
Y esa es la peor forma de estamparse: dejar que alguien te dé vida, porque tiene el poder de arrebatártela con el portazo de despedida.
Me enseñaste tantas cosas sin sentido que se te olvidó lo importante que era la lección de cómo desprenderme de tu olor tan característico, ese que me hacía cerrar los ojos de los recuerdos que me traía.
Y, para mi desgracia, aún no sé cómo evitar eso.
No te molestaste en recoger mis pedazos, ni en limpiar el desorden que habías causado dentro de mí. Y, ahora, duermo en la misma cama en la que tantas veces nos contamos nuestros sueños, esos que coincidían en que ambos formaríamos parte.
En mi mundo ahora hundido, solo queda una verdad y es que ya no estás y por lo que se ve, no tienes intención de volver a ser el rey de mi reino y el mendigo de mis besos.
Me aferraré al sonido de tu respiración agitada de cuando discutíamos porque, aún sabiendo la manera en que te ponías, lo prefiero a esta maldita soledad sin ti.

'under love's heavy burden do I sink'

Hablan de muertes dulces,
deliciosas y placenteras,
y no han llegado a probar
la infinidad de tus besos
por mi cuello erizado.

Eso sí que era una muerte
buena,
bonita
y barata,
de las que valía la pena 
escribir una historia.
Escribirte, al fin y al cabo.
Escribirnos.

Con tinta y papel
o a caricias y gemidos,
lo que mejor nos venga,
pero que nos sirva
para dejar constancia
de que tú
eres mío
y yo
soy tuya.

Los días podrán pasar
al igual que gente por nuestras sábanas,
que da lo mismo,
que estamos destinados
a volvernos a cruzar
tantas veces como 
al destino le apetezca jugar con nosotros.
Hasta que no podamos más
y aceptemos,
de una vez por todas,
que nos pertenecemos 
desde la primera mirada.