miércoles, 22 de julio de 2015

los de los 90.

Somos una extraña generación
que busca ese algo que nos destruya,
que haga 
que se nos pare el corazón
y nos levante del asiento;
nos obligue a elevar las manos
y gritarle al mundo
que aquí estás
y aquí te quedas,
que todavía falta mucha guerra por dar.


Queremos personas
que sean bombas de relojería
y nos den
alguna que otra noche de insomnio
por el maldito orgullo;
oh, orgullo,
fiel compañero,
que las clavas cuando
menos lo esperan.


Buscamos 
a quien nos haga perder la cabeza
y nos encuentre las bragas 
a las 3 de la madrugada
después de cinco tequilas.


Somos una generación que,
la mayoría de nosotros,
quiere sentirse al borde del precipicio y quedarnos sin habla
cuando vuelva quien se supone que no lo haría.


Somos,
mi amor,
los nuevos amantes suicidas;
pero, 
te voy a decir
que sería un honor
morir juntos.

martes, 14 de julio de 2015

Medianoche.

El incansable contoneo
de las agujas del reloj
me distrae,
me emboba,
y me hace creer
que podría pararlas
en este mismo instante,
justo ahora
que ha dado la medianoche
y los jóvenes echan a volar;
justo ahora
que los gemidos se vuelven música
y el brindis de dos copas
la batería en su esperado solo.

Mi casa me echa de casa,
me obliga a salir
y beberme hasta las nubes
para no escucharme
recitar frente al espejo
los versos de su risa.

Medianoche
y no tengo alas.

Medianoche
y no escucho brindis.

Medianoche
y sigo siendo yo,
aunque no quiera.

Medianoche,
sola,
al fin y al cabo,
pero medianoche.

Una llena luna
me dice que corra
y cientos de estrellas
me incitan a atraparlas,
sin embargo,
me he dejado las ganas en casa,
llevando conmigo
sólo la percha de la que cuelgo.

Medianoche,
vida mía,
y yo sin mí.