martes, 22 de abril de 2014

Sueños negros tomando el color de la realidad.

Anoche tuve una pesadilla que me hizo despertar entre gritos y sudores fríos. Tú aparecías en ella, diciéndome que lo poco que teníamos lo eché a perder por mi error. Me decías adiós mirando mis ojos rojos, al borde de las lágrimas, como si quisieras llevarte el recuerdo de su momento de mayor debilidad, y no te importaba si derramaba esa agonía por mis mejillas o las mantenía, valiente, dentro de su pozo. Te daba igual si me desplomaba en el suelo viéndote marchar con la esperanza de dedicarme una última mirada o, un 'lo siento', también habría estado bien.
Obviaste que el crujir de tus pasos no eran las hojas secas del otoño, sino los pedazos del corazón que destrozaste, el mismo que una vez sanaste con tu risa.
La pesadilla seguía su curso y yo me tenía que acostumbrar a tu ausencia, al despertarme y no encontrarte aún dormido a mi lado, para recorrer tu columna con mis dedos. O a que aparecieras con los pantalones del pijama (esos que te hacían tan apetecible nada más empezar el día), me besaras la nuca y me susurraras que la bañera nos esperaba para sumergirnos juntos. Me tenía que acostumbrar a ser sin ti y no podía. Te veía en cada rincón, en cada sonrisa de otras personas y con cada palabra que me decían, me imaginaba cómo sonaría proveniente de tus labios.
Oh, Dios, tenía que vivir sin tus besos y esa era la parte más difícil porque, ¿cómo un drogadicto puede desengancharse de su droga de un día para otro? Poco a poco si pueden vivir sin ella, pero tú te ibas sin dejarme convencerte de que es a mi lado donde debes estar, porque no hay ninguna que te haga sentir lo mismo que yo, ni con la misma intensidad.
Pero, claro, en ese sueño parecías tan seguro de que podrías estar sin mí, que era como si la decisión la hubieras tomado hace un tiempo, pero no eras capaz de hacerme frente. ¿Creías que te gritaría, que te insultaría? Quizás sino me hubieras dado la espalda nada más terminar la frase, me habría dado tiempo a sentir algo aparte del hueco que dejabas en mi corazón. Desapareciste al voltear la esquina y yo no sabía si levantarme y correr a por ti o, quedarme en el suelo esperando a que la lluvia se llevara las lágrimas, confundiéndose con las aguas. Habría ido en tu busca si hubiera tenido fuerzas para moverme siquiera, sin embargo, permanecí allí, cruzando los dedos por si volvías sobre tus pasos y me besabas de esa manera tan tuya, suplicándome que dejara de llorar, que no te irías a ninguna parte sin mi.
Pero eso no ocurría y no sabes lo mal que lo pasé con ese sueño tan negro. Fue la peor de todas las pesadillas, porque parecía tan real, que me mataba el volver a levantar la vista y ser la soledad la que me mirara, burlándose de mí y no tus ojos gritándome que me amabas.

'no soportaría la idea de que hayas tirado a la basura hasta mis orgasmos'

No sé cuantas almas habrán pasado por mis sábanas y cuantas han podido instalarse por un tiempo en mi destrozado corazón.
No tengo ni idea de cuales han sido las que han llegado a llorar por mí o las que se han alegrado de que les dijera adiós.
Pero no me importa.
Al igual que a ti tampoco te importó el despedirte de mí esa noche a finales de Abril.
Recuerdo que empecé a odiar la primavera cuando me faltabas.
El mundo se había vuelto de color y yo era más de blanco y negro por esa época, luchando por alguna mota de distinción que contrastara con esta tristeza que había comprado mi cuerpo en algún patético rastrillo a las afueras de una ciudad.
¿Te llevaste, por casualidad, mi sonrisa en tu maleta? Porque no la encuentro y la necesito para cuando salgo por la puerta de casa, aunque sea una sonrisa falsa, me da igual, nadie se va a dar cuenta de la diferencia, pero tengo que cambiar esta cara de falsas esperanzas por si vuelves a tocar la puerta con tu típico ritmo que me hacía saltar del sofá e ir corriendo a abrirte para encontrarte ahí parado, con la mayor de tus sonrisas y esos ojos negros que me invadían.
No fallaba el saltar a tus brazos y llenarte de besos. Ni un solo día se libraban tus labios de los míos.
Y, joder, no sabes como echo de menos que ahora el único que llame a casa sea el cartero para traerme las facturas de la luz y del agua. Que los meses que estuvimos juntos fue cuando más gastamos de todo porque pasábamos el doble de tiempo bajo el chorro de la ducha, ya que no nos queríamos perder ningún camino oculto que hubiera en nuestros mojados cuerpos.
¿Recuerdas la forma en la que suspirabas cuando se me ocurría crear un reguero de caricias con mis labios desde tu mandíbula hasta tu ombligo?
¿Y las ganas con las que invadías mi boca, deseoso de llegar al éxtasis sin dejar de pronunciar mi nombre contra mi oído?
 Pues, sinceramente, espero que eso sea algo de lo que jamás te olvides, porque no soportaría la idea de que hayas tirado a la basura hasta mis orgasmos.

jueves, 17 de abril de 2014

'Estoy tonta, loca y perdidamente enamorado de ti'


Te escribo estas últimas letras, que espero que te dignes a leer al menos, mientras te observo dormir, revuelto entre las sábanas, que anoche nos cubrían de las 
posibles miradas, cuando nos dejábamos llevar por el amor. O por el deseo, ¿quién sabe que fue lo que nos ganó?
No puedo evitar sonreír con lágrimas en los ojos cuando recuerdo los momentos que hemos vivido juntos en el tiempo en el que eramos nuestros, porque de verdad, han sido lo mejor de mi vida.
Tú has sido lo mejor de mi vida.
Y me va a costar encontrar a alguien que pueda igualar lo que me hacías sentir con cada caricia o con, simplemente, tenerte cerca.
Y sí, estoy terminando con esto y lo siento, lo siento tanto que sé que jamás podrás perdonarme y más con lo rencoroso que eres, pero bueno, pienso que podría ser 
lo mejor para ambos: el alejarme de ti, de casa y de la vida que compartimos.
No pienses que es un arrebato de dudas que ha podido conmigo, no, llevo pensando esto muy detenidamente bastante tiempo y, bueno, éste es el resultado; mi huida.
Me puedes echar en cara el miedo por el futuro, o por el pasado que nos atormenta pero, a lo que mas temo, es al presente. Y te preguntarás el por qué,
como es normal. Pues, tengo miedo de ésto que siento tan fuerte en el pecho, ésto que me hace levantarme cada mañana con una gigantesca sonrisa en la cara y que solo
me da ganas de besarte una y otra vez hasta que me pidas, entre risas, que pare, que te voy a desgastar los labios pero, creo que es, porque ya no sé como vivir sin
tus besos, sin tus manos y, joder, sin tus ojos negros que hace varios años me hipnotizaron acorralándome en esto que tenemos ahora y que tanto quiero.
No sabes lo que me cuesta decir adiós a la razón por la que sigo en pie pero necesito hacerlo, para ser yo mi razón de seguir, para que mi felicidad la encuentre en 
otra cosa que no sea una persona que puede irse de un día para otro, como yo ahora. Pero sé que tú no me necesitas de la misma manera que yo a ti, por eso, tal vez, sé que estarás bien sin mí.
Y, quizás, me esté marchando por eso, porque no quiero terminar de ¿enamorarme? de ti y que en ese momento decidas que no soy lo suficientemente buena y
te marches dejándome con el corazón hecho mil pedazos, esparcidos por mi muerta alma, porque te juro, que si te fueras, no sé que sería de mí.
Espero que puedas perdonarme y encontrarnos otra noche estrellada a las orillas del Llobregat, porque, créeme, tu acompasada respiración con el loco latir de mi
corazón merece mucho más la pena de escuchar que el correr de las aguas salvajes del río.
Cuídate, yo intentaré hacerlo también.
Te quiero, David.
Emma.

Dos meses después.

Hola, Emma. Soy David.
Joder, es la primera carta que escribo en mi vida y es para ti.
Lo primero que quiero decir es que estos dos meses sin ti, han sido lo peor que me ha podido pasar en la vida porque con tu ida inesperada te llevaste, aparte de tus cosas, mis jodidas sonrisas.
¿Por qué te fuiste, Emm? ¿Por qué no pudiste esperar a, no sé, a que me despertara? 
No te escribo para echarte la bronca, ni mucho menos, no soy de esos y lo sabes. Solo quiero hacerte volver a casa, a mis brazos y volver a sentirte revolver todas las cosas de casa para que encajen con tu humor del día. Pero, fíjate, estaba loco por ti aunque te levantaras con el pie izquierdo porque sabía como hacer 
que caminaras el resto del día con el derecho.
No quiero decirte adiós porque decir adiós significa irse lejos y eso es lo mismo que olvidar y no estoy dispuesto a alejarme de ti salvo por los milímiteros  que nos separan en cada beso.
Estoy tonta, loca y perdidamente enamorado de ti, Emma.
De tu tristeza y tus sonrisas fugaces, de tus gemidos sin miedo a que se conviertan en gritos cada vez que
hacíamos el amor y, madre mía, como echo de menos el sentirte.
Tu cara adormilada de recién levantada y lo malhablada que eras cuando te enfadabas.
Me gustabas de cualquier manera, por eso sé que no podría irme de tu lado, porque ahora he comprobado que si me separo de ti, es como si me muriese.
Que eres tú quien me da vida, cariño.
Es frustrante el no poder plasmar todo lo que siento por ti en este papel porque me estoy quedando tan jodidamente corto al expresar todo lo que eres para mí que me da miedo pensar que creas que no eres nada, cuando eres la dueña de cada centímetro de mi corazón. Que soy total y enteramente tuyo, Emma. Tan tuyo desde el primer día en el que se me ocurrió recorrer tus suaves ojos grisáceos esa noche en el puerto junto al mar y seguiré perteneciéndote de la misma manera cuando ninguno veámos nada.

Espero que esta pequeña carta te haga volver o seré yo quien vaya a por ti y te traiga a casa a rastras, solo para no dejarte ni pensar por estar demasiado ocupado recorriendo tus curvas a besos.
Te quiero.
Hasta menos de pronto.

martes, 15 de abril de 2014

Si duele el no tenerte, me lo callo y sigo.

Podría ser de esas que al irte, actúan como si no hubieras dejado ese desierto dentro de mí.
Podría ser de las que siguen sonriendo pero, ¿cómo hacerlo si mi sonrisa eras tú?
Podría ser como tus otras, poniéndose sus ropas más cortas para que vuelvas a besar el interior de sus piernas.
Podría ser de tantas formas para intentar recuperarte que no me decanto por ninguna, porque todas las conoces y no voy a ser de las que se repiten.
Qué idiotez, ¿no? No saben que puedes volver a tirártelas, hacerlas sentir queridas por una noche, pero que cuando entre el sol por las ventanas, saldrás corriendo de esa cama porque no son a ellas a las que quieres, que tu corazón tiene dueña con nombre y apellidos.
Vaya unas necias que se limitaron a enamorarse de tus gemidos en vez de aprender a descifrar tus miradas y tu insignificante tic en labio, que siempre empieza cuando estás nervioso y, chico, cuando las tenías cerca, nunca te pasaba. Sabías de sobra la "relación" que tendrías con cada una: polvo y adiós.
Ellas no saben que siempre que me veías tus ojos brillaban; no sé si de alegría o de deseo, pero, joder, eran más brillantes que las estrellas de Febrero. No quisieron reconocer, al igual que tú, que nos enamoramos en la primera sonrisa y que por mucho que dijeras que fui una más de las que pasó por tus sábanas, fue a mí a la única que le hiciste el amor.
Cuando me atrevo a aguantarte la mirada, nos enzarzamos en una lucha de quién la aguanta más. Hasta que me sonríes, bajo la vista a mis zapatos con la mala suerte de que, a veces, los tuyos están enfrente queriendo que me vuelva a perder en ese mar azul.
Sabes de sobra que soy la única a la que te atreves a coger de la mano en público o llevar a casa en tu coche para asegurarte de que llego bien.
Y, fíjate, aún no has vuelto y, sigues doliendo más que cualquier espina clavada en el corazón (ya roto), pero no seré de las que mueven ficha primero en esta partida de ajedrez tan nuestra, porque sé que echas de menos hasta mi tristeza y yo extraño incluso tus aires de creído.
Llámame tonta o confiada pero siempre he sabido que volverías a mi cama, pero se te olvidó llamar a la puerta, con la mala suerte de que yo no estaba esperándote.
Y aquí seguimos, tirando de los hilos del orgullo a ver quién es más fuerte y hace al otro tragar el barro de nuestra lluvia.
Porque llovimos, no nos llovió, sino que cayeron del cielo los pedazos de nuestras almas, convertidos algunos en trozos de granizo, porque pesaban tanto que no lograron separarse la tuya de la mía.
Tú sigue tirándote a otras intentando que igualen la intensidad de mis orgasmos o la manera en la que te desgastaba los labios, que yo intento buscar en otro lo que vi en ti pero nadie se ríe con la misma frescura que tú, ni ninguno me recorre la columna a besos sin miedo a romperme.
Eso sí, no nos tuvimos miedo en el tiempo que mis uñas eran las últimas en aclamar por más, pero sí después, cuando teníamos el poder de destruirnos si nos decíamos adiós para siempre.
Irónico ¿no? Tan destinados a estar juntos y, a la vez, tan jodidos para admitirlo.
¿Nos acostumbraremos alguna vez a dormir abrazados por la soledad siendo antes incapaces de pegar ojo teniéndonos cerca?
El sofá de la sala ya está cansado de no sentir tu calor y yo, ni te cuento, por lo que espero que vuelvas pronto que yo seguiré soñando sobre tu almohada, inhalando tu fragancia aún permanente en ella y creyendo que es verdad que el que acaba de entrar por la puerta de casa, eres tú.
Que eres tú el que se ha arrodillado al borde de la cama, secándome las lágrimas y llenándome de susurros.
-Ya no puedo estar más sin ti. Ya no más.
Quizás sea una trampa de mi imaginación, jugándome otra mala pasada pero, se sentía tan real tus brazos alrededor de mí y tu aliento en mi nuca, que me permití seguir soñando.

viernes, 11 de abril de 2014

Me enseñó a quererme porque él me quería.

-¿Cómo llevas el estar sin él?-me preguntó cuando se sentaba junto a mí en mi terraza mientras fumaba.
-Bien. Estoy bien. Ha sido como una liberación poder despegarme de él. Al principio me costó, pero echaba de menos estar soltera.- Aspiré con fuerza del cigarro, concentrándome en eso y no en el nudo que se estaba formando en mi garganta.
Ella lo notó. Me conocía demasiado bien para no darse cuenta de cuando mentía.
-Deja de decir esas cosas ya, chica. Has mentido tantas veces sobre él, que ya deberías habértelo hasta creído.
-Joder, qué malo es conocerse, ¿eh?- sonreí. De alguna manera elevé los labios queriendo hacerme creer a mi misma que puedo hacerlo aunque no esté él.
-Y que lo digas.- expulsó el humo y volvió a mirar a la calle que había bajo nosotras. -Ayer lo ví- comenzó a decir. Hizo una pausa y yo volví la cara hacia ella.-con otra chica en el centro comercial. Iban de la mano y reían. Siento decírtelo pero, no quiero que sigas pensando que va a volver.- me dijo sin mirarme.
Aquello me cruzó el pecho, como si fuera un cuchillo el causante de mi desgarre.
-Está bien. -suspiré.- Tiene que rehacer su vida.-noté como mis mejillas empezaban a mojarse. Estaba llorando. Otra vez. Por él.
-No llores.
-No estoy llorando. -sonreí falsamente porque en ese momento no tenía fuerzas para intentar que fuera real.- Es que, no puedo soportar la idea de que se haya olvidado de mí. No puedo.
-Han pasado cinco meses ya, cariño. Lo raro es que tú no lo hayas hecho.-susurró por encima de la brisa que empezaba a levantarse.
Me encendí otro cigarro tirando la colilla gastada al vacío.
-Aún recuerdo las tardes en las que se pasaba por casa con la excusa de que querer los deberes del día cuando lo único que buscaba eran mis labios.-sonreí debilmente queriendo espantar los rios de lágrimas.- Y qué bien me acuerdo de su sabor y de lo que crecía dentro de mí cada vez que devoraban los míos.
He pasado con él lo que para mí es una vida, porque empecé a ser cuando él llegó a mí y no puedo olvidarme de eso. Ni en dos días, ni cinco meses y puede que no lo haga nunca. Quién sabe. Quizás viva enamorada de él para siempre.
-¿Qué dices, tía? Eso no existe. Los 'para siempre' dejaron de tener validez cuando los prometen. Y tú deberías saberlo.
Un frío me recorrió el alma.
Y tanto que lo sabía. Él me los había jurado tantas veces que parecía que se iban a cumplir.
-Sigo enamorada de él. -admití en voz alta y un sollozo me quebró por dentro.- Al principio, pensé que podría seguir adelante, que no sería tan difícil porque me prometí no depender de nadie nunca para ser feliz. Pero, joder, llegó con su sonrisa y me derribó todos los ideales. Porque tú no lo has visto sonreír de la misma manera que yo, pero, chica, era capaz de llenar cualquier habitación, e, incluso, iluminar más que las estrellas en la noche más oscura de Diciembre.-hice una pausa, recordando las veces en las que me hizo llorar de la risa, y en las que me decía que era preciosa aunque me enfadará a cada despertar.- Él siempre va a ser él. Y yo... yo siempre voy a ser su tonta enamorada.
-Eso es precioso y te lo digo siempre que me hablas de él, pero, ya llegarán otros que te hagan sentir lo mismo. Hay chicos por todas partes encantados de enamorarse de tus cosas buenas.
-¿No lo entiendes?-la miré a los ojos- Que él se enamoró hasta de mis cosas malas, las hizo volverse bellas, al igual que a toda mí. Me enseñó a quererme porque él me quería. Y no sabes lo que me duele hablar en pasado de él cuando antes hablaba en futuro con él. Que sabes que nunca me han gustado los días de lluvia, pero eran lo mejor si él me abrazaba, y, ahora, la lluvia de fuera no se compara a la tormenta que hay dentro de mí. -seguía llorando y ví como ella también lo hacía y eso me destrozó el alma.
-No vas a olvidarlo, ¿no?- se limpió el rastro de lágrimas y suspiró.
-No quiero hacerlo. Porque si lo hago, significaría que ya no está y quiero tener el pequeño privilegio de saber que sigue siendo mío, al menos, en mi corazón.

miércoles, 9 de abril de 2014

Varios.

Era en tu nuca en la que no
me importaría depositar mi alma
y en tus ojos mi ilusión
confiando en tu permanencia
a mi lado.
Creyendo que sabrías cuidar
esa parte de mí, como yo pensaba
hacerlo con la tuya.
Y tus brazos, en los que me
dejaba mecer para dormir.
Llegué a acostumbrarme a
esa manera de soñar
y, ahora, no sé cómo escapar
de éstas pesadillas
que me atormentan a cada tornar de la noche.
Y no hablemos de tus labios, porque
podría escribir sobre ellos
el más bello de los poemas, junto con tu risa,
que era mi melodía preferida para los días de lluvia.
Por eso me gustaban las tormentas, que nos acechaban,
y a las que enseñábamos nuestra mejor sonrisa.
Porque estábamos juntos,
¿qué importaba lo demás?
Eras tanto mío,
como tuya yo era
y, esa era suficiente razón para que pudiera seguir caminando.
Hasta que tropecé.
Y esa vez no me ayudaste a levantarme,
me quedé agarrada al saliente con los dedos,
alegando que yo era un caso perdido.
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De la nada apareciste
como un suspiro inesperado
y en mi primer pestañeo
te abrí las puertas
para colarte dentro.
Malditas ganas de morir las mías
para permitir que me mataras
con tus quiero y no puedo,
tus tira y afloja y
tus jodidos ojos sin fondo.

Que ya no sé
cuantas habrán caído
en tu ingeniosa trampa
y menos aún, cuantas consiguieron
salir
de ese martirio al que te atreves a llamar
amor.
Porque, chico, te has mentido a un nivel tan profundo de mí
que ni tirando de ti
saldrías.
Se está demasiado cómodo en mi caos para abandonarlo
y más cuando eres tú el protagonista.
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Besabas mis lunares,
creando un camino entre ellos y mi boca
mientras te jugabas la vida
en la curva de mi columna.
Tan frágil parecía yo entre tus seguros brazos
teniendo la capacidad de curarme
o resquebrajarme.
Me juraste que no podrías ser capaz
de romper aquello por lo que vivías,
que eso sería tu razón de morir.

Al final, mis pedazos serán las piedras
que taparan tu tumba
porque sí, me destrozaste
y tan lentamente que ni me di cuenta
hasta que no estabas.
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martes, 8 de abril de 2014

Como alma llevada por el diablo.

La noche siempre llega
Y con ella la amenaza de los suicidas
El elegir por la vida, esa que tanto duele
O por el bote de pastillas, lo que tanto anhelas.
Entonces, ¿por qué siempre resistimos?
Algunos dicen que por falta de valentía, otros
que les faltan huevos.
Yo creo que queremos ver, si las cosas
pueden irnos mejor a gente como nosotros.
Si hay algún camino, enterrado por la tierra, que nos conduzca a la felicidad ansiada.
Por eso seguimos aquí.
Quejándonos,
llorando y
molestando con nuestros escritos vacíos, nuestros dibujos sin vida y nuestra música muerta.
¿qué hacer si no?
¿levantar la cabeza y seguir?
¿cómo se hace eso?
¿cómo mirar adelante sin que el peso de los hombros te vuelva a hacer resignarte?
Quizás sea hora de salir, pero,
llega un punto en el que te acostumbras;
a la penumbra,
a las sombras,
a la oscuridad que nos da nuestro interior.
Y al frío.
Joder, el frío, qué bueno era sentir algo en los huesos además de dolor.
Que la luz que nos guiaba
Se cansó de ver que no la seguíamos,
que girábamos a la izquierda
reservando sitio en el infierno
por si acaso nos quedabamos en las puertas por cuota completa.
Pero, no, de eso siempre hay de sobra.
Satánas, espera a quien decida
adueñarse de un pedacito
de su reino,
cediéndonos sitio en la cena,
pero arrebatándonos un trozo de alma
con cada bocado.
Hasta que terminas como nosotros:
tan vacíos,
tan solos
que hasta las risas desaparecen.

sábado, 5 de abril de 2014

Todo y nada, vaya dilema.

Rodeados de todo,
pero sin encontrar nada.
Nada de lo que queremos,
de lo que anhelamos.
Pero, claro, ¿qué es eso que tanto buscamos?
Unos decís compañia
Pero nos alejamos de todos por miedo a que se rían.
Otros, amor,
y levantamos un muro a nuestro alrededor,
con miedo a que se despeguen los pedazos de nuestro ya roto corazón.
Y, por último, estamos los que no pedimos nada.
Que nos sentamos a ver como os destrozáis
sin saber que la vida es nada, y
todo a la vez.
Que nos torea con sus cosas buenas
y nos clava la espada con sus problemas,
que nos hacen desangrar hasta morir.
Que aquí o matas o te matan
y sufres tanto que rozas las brasas. 
Pero te acostumbras, y ya, hasta las abrazas.
Luchamos
(o, al menos, lo intentamos)
por las metas
ya impuestas
corriendo para llevarlas a cabo
queriendo que todo esté atado,
que no se suelte ningún lazo.
Pobres ilusos nosotros
que soñamos con el cielo,
negándonos a aceptar,
que tenemos un sitio guardado
en el temido infierno
lejos de lo que seremos:
muerte, polvo y olvido.