Si ya era raro la forma que teníamos de querernos, más rara es ahora cuando nos vemos por la calle que llevaba al lugar en el que quedábamos para devorarnos a besos después de fumarnos el cigarro de las
17:00. No desperdiciábamos ni las letras, los consumíamos hasta la última calada que pudiéramos darle. Lo mismo hacíamos con nuestros labios, nos besábamos con miedo a que se acabara el mundo. Y de alguna forma, a nosotros, se nos hizo pequeño, hasta que desapareció y comenzamos a vivir. Tú en Marte y yo en Venus, separados por el abismo del espacio que creamos al alejarnos después del famoso
'tenemos que hablar'. ¿Por qué creía que de un momento a otro te ibas a poner a gritar que me amabas cuando, en realidad, me susurraste que la querías a ella?
Dice que todo pasa por una razón ¿cuál era la tuya?
Pasaba horas desgastando lo que sería de los dos, sentada bajo ese puente, escuchando a los coches pasar por encima de mí y no me importaba que el cemento se resquebrajara sobre mi cabeza. Ya no tenía que perder porque tú ya te habías ido. De nuevo.
Y era gracioso cuando el mundo sonreía mientras yo me compraba un billete de ida hacia la oscuridad que me produce no ver tus ojos clavados en los míos. ¿Cómo es eso posible que todo funcione mientras tú no lo haces? El mundo trabajaba a sus anchas y yo me quedaba en los huesos porque era tu amor lo que me alimentaba.
Y ahora, después de dos meses intentando encontrarme a mi misma, vuelvo a ir a nuestro lugar, debajo de ese maldito puente y es necesario que sepas que ya no está. Lo derribaron para hacer algo nuevo. Algo seguro. Algo que no pudiéramos considerar nuestro.
Aún recuerdo cuando nos besábamos, cuando bailabas conmigo sin música, solo por la cercanía de nuestros cuerpos. Recuerdo cuanto lloré la vez que te fuiste sin despedirte al contarte que creía estar 'embarazada' y cuando volviste con un ramo de flores y un chupete, dando gracias a Dios por tenerte como te tenía.
Recuerdo cada palabra, cada sonrisa pero lo que quiero olvidar es la forma en la que tus labios se curvaron para decirme 'adiós' porque no hay nada más doloroso que volver a sentir como se me parte el corazón.
Puede haber pasado el tiempo pero sigo echando en falta tus caricias en lo más hondo de mi alma y hoy, al verte, sentí como si esa lucecita volviera a brillar con luz propia.
Nos miramos y aunque no sonreíste, yo sabía que querías hacerlo. Nos encontramos en el mismo lugar en el que nos despedimos pero, esta vez, tú venías con ella, a crear vuestro lugar al igual que hiciste conmigo. Y sin hablar, pronunciamos palabras que jamás nos habíamos dicho, creyendo que solucionaríamos los sueños que dejamos sin cumplir en el verano de 1990.
Dejaste que mis mariposas murieran dentro de mi estómago mientras las tuyas cambiaron de dueña. Ya no eran mías, eran suyas. Al igual que tus abrazos. Esos mismos que me dabas cada vez que venias a casa porque mi padre no quería besos bajo su techo. Y no fue de otra manera, fueron las estrellas las que nos protegían de las miradas de los cotillas, las mismas que me soportaron mientras ensuciaba su vista con el humo de mis caladas.
Al igual que nuestro puente desapareció, nosotros lo hicimos con él. Y, créeme, no hay cosa que duela más que enterrar los recuerdos a la fuerza.