viernes, 17 de enero de 2014

En cada rincón, te encuentro.

Llevaban razón cuando decían que el amor es de las cosas más mortales que existen porque te mata tanto cuando lo tienes como cuando no, y yo me vine a dar cuenta en el momento en el que ya no te tuve.
Todo ocurrió en un abrir y cerrar de ojos y desde entonces desee no haberlos abierto si eso significaba que no te marcharías. ¿Qué hago yo ahora con una cama tan grande si tú no la ocupas conmigo? Desapareciste por la puerta de casa con una maleta (que muchas veces había visto en el fondo del armario pero que nunca creía que usarías para alejarte de mí) y te dio igual dejarme con la palabra en la boca y el café en las manos. No sé que pudo pasar ya que los únicos sonidos que salieron de tus labios esa fría mañana fueron 'lo siento'
Y aquí sigo, sin ti. Cada día, cada hora. Intentando sobrevivir a base de tus recuerdos. Ilógico, ¿verdad? Dicen que hay que mirar hacia delante y dejar que el pasado solo sirva de historias escritas en tu diario, pero, ¿cómo voy a estar como si nada si me prometiste que ibas a ser mi pasado, presente y futuro? ¿mi vida entera? Y yo, como una ilusa enamorada, te creí y me arrepiento porque desde entonces solo veo el cielo la mitad de azul.
Ahora solo tengo la mitad de mi corazón porque tú te llevaste lo que no me negué a darte en tu ridícula huida.
Espero que algún día entienda que hice mal para merecer esto porque tú, imbécil, me hacías sentir viva cada vez que pronunciabas mi nombre al volver del trabajo, y ahora solo se escuchan los maullidos del gato de la vecina dándome la bienvenida a una casa repleta de ti. De tu olor.
Y sigo pensándote, se nota ¿verdad? Y sigo queriéndote. Y sigo llevando tu camisa para dormir porque una vez me susurraron los árboles que los amores de verdad nunca mueren.
Quizás sea verdad y tú nunca mueras para.

viernes, 10 de enero de 2014

Tantas promesas rotas en la cavidad de una bocanada de aire.

No quiero mentir si digo que por un tiempo fuiste el que hizo que mi corazón continuara latiendo, o que mis pasos siguieran escuchándose en el silencio de las oscuras calles de mi barrio. No me gustaría ser maleducada si descubrieras la verdad sobre estas líneas que gritan por salir de mí. Desde pequeña me enseñaron que las buenas niñas no deben mentir ¡qué pena que fueras tú el responsable de todas las verdades que me callé! Y eso fue lo que más dolió, que después de todo, la preferiste a ella antes que a mí. Dime, ¿cómo recupero yo el tiempo perdido en tus brazos?
Recuerdo la manera en que me miraste mientras te sentabas en la última mesa del local donde trabajaba los veranos. Me mirabas como si fuera la cosa más hermosa que jamás habías visto y, puedo jurarte, que yo te miraba de la misma forma. Con tu chaqueta de cuero, tus vaqueros y esa mirada lasciva que hacía que me derritiera detrás de la barra como una tonta.
Parecías caído del cielo, cariño.
Fue tu voz ronca lo que más me sorprendió. Se llegaba a oír desde cualquier parte del restaurante. Resultaba tranquilizante saber que estabas ahí.
Te observaba anonadada cada vez que pasabas por allí, siempre para pedir lo mismo 'un cenicero y una cerveza, por favor' decías cuando me acercaba con el rabo entre las piernas. Y esperabas a que volviera para decirte que íbamos a cerrar y, solo en ese momento, te ibas dejando siempre un billete de cinco dolares y una  nota para mí, alabando cualquier tontería que se te ocurriera.
'Nunca había visto unos ojos en los que valiera la pena ahogarse como los tuyos'
'De todas las chicas que he visto, eres la única por la que salgo todos los días oliendo a aceite solo por ver tus piernas moverse'
Hacías la pena venir a trabajar con tal de encontrarme cosas como esta todas las tardes.
Yo era una chica de familia acomodada y tú un barrio bajero sin un sitio para caerse muerto pero aún así, no dudaste en apropiarte tanto de mi como de mis ilusiones.
Aunque no fuéramos a sitios elegantes a los que estaba acostumbrada, hacías que cualquier cosa fuera mejor que los vinos caducados de la bodega de mi padre que tanto cariño les tenía. Me hacías transportarme a otro mundo cuando me esperabas en la esquina de mi calle los sábados por la mañana. ¿Por qué todo tuvo que acabar tan rápido? ¿Por qué me alejaron de ti a causa de tus mentiras?
El día que eso pasó, veníamos de dar un paseo por el prado que estaba a las afueras del pueblo y fue mi madre la que me contó que estabas casado con una chica de 25 años y que solo estabas aquí para conseguir una chica tonta con dinero. No sé como pudo averiguar eso pero fue el hecho de que no lo negaste lo que me hizo no gritarla. No dije nada, tú tampoco. Y tú te fuiste y yo me fui.

No volví a verte nunca más pero, cada vez que recorro a caballo las calles del pueblo o me tumbo en el suelo a mirar las nubes que solíamos contemplar imaginándonos una vida juntos después de ese verano y una pequeña brisa de aire se levanta, prometo que es tu olor lo que impregna mis pulmones y no el sucio aire que todos compartimos.

'Fuiste peor que cualquier adicción'

Si ya era raro la forma que teníamos de querernos, más rara es ahora cuando nos vemos por la calle que llevaba al lugar en el que quedábamos para devorarnos a besos después de fumarnos el cigarro de las 17:00. No desperdiciábamos ni las letras, los consumíamos hasta la última calada que pudiéramos darle. Lo mismo hacíamos con nuestros labios, nos besábamos con miedo a que se acabara el mundo. Y de alguna forma, a nosotros, se nos hizo pequeño, hasta que desapareció y comenzamos a vivir. Tú en Marte y yo en Venus, separados por el abismo del espacio que creamos al alejarnos después del famoso 'tenemos que hablar'. ¿Por qué creía que de un momento a otro te ibas a poner a gritar que me amabas cuando, en realidad, me susurraste que la querías a ella?
Dice que todo pasa por una razón ¿cuál era la tuya?

Pasaba horas desgastando lo que sería de los dos, sentada bajo ese puente, escuchando a los coches pasar por encima de mí y no me importaba que el cemento se resquebrajara sobre mi cabeza. Ya no tenía que perder porque tú ya te habías ido. De nuevo.
Y era gracioso cuando el mundo sonreía mientras yo me compraba un billete de ida hacia la oscuridad que me produce no ver tus ojos clavados en los míos. ¿Cómo es eso posible que todo funcione mientras tú no lo haces? El mundo trabajaba a sus anchas y yo me quedaba en los huesos porque era tu amor lo que me alimentaba.
Y ahora, después de dos meses intentando encontrarme a mi misma, vuelvo a ir a nuestro lugar, debajo de ese maldito puente y es necesario que sepas que ya no está. Lo derribaron para hacer algo nuevo. Algo seguro. Algo que no pudiéramos considerar nuestro. 
Aún recuerdo cuando nos besábamos, cuando bailabas conmigo sin música, solo por la cercanía de nuestros cuerpos. Recuerdo cuanto lloré la vez que te fuiste sin despedirte al contarte que creía estar 'embarazada' y cuando volviste con un ramo de flores y un chupete, dando gracias a Dios por tenerte como te tenía.
Recuerdo cada palabra, cada sonrisa pero lo que quiero olvidar es la forma en la que tus labios se curvaron para decirme 'adiós' porque no hay nada más doloroso que volver a sentir como se me parte el corazón.
Puede haber pasado el tiempo pero sigo echando en falta tus caricias en lo más hondo de mi alma y hoy, al verte, sentí como si esa lucecita volviera a brillar con luz propia.
Nos miramos y aunque no sonreíste, yo sabía que querías hacerlo. Nos encontramos en el mismo lugar en el que nos despedimos pero, esta vez, tú venías con ella, a crear vuestro lugar al igual que hiciste conmigo. Y sin hablar, pronunciamos palabras que jamás nos habíamos dicho, creyendo que solucionaríamos los sueños que dejamos sin cumplir en el verano de 1990.
Dejaste que mis mariposas murieran dentro de mi estómago mientras las tuyas cambiaron de dueña. Ya no eran mías, eran suyas. Al igual que tus abrazos. Esos mismos que me dabas cada  vez que venias a casa porque mi padre no quería besos bajo su techo. Y no fue de otra manera, fueron las estrellas las que nos protegían de las miradas de los cotillas, las mismas que me soportaron mientras ensuciaba su vista con el humo de mis caladas.
Al igual que nuestro puente desapareció, nosotros lo hicimos con él. Y, créeme, no hay cosa que duela más que enterrar los recuerdos a la fuerza.