domingo, 28 de diciembre de 2014

'Recúerdanos, porque no habrá día que yo no lo haga'

No te pido que me reserves un hueco en tu corazón por si algún día decides regresar, tampoco quiero que te grabes a fuego lento el sonido de mi risa en tu mente para que cuando no tengas nada que escuchar, recuerdes que tienes esa pista eterna que no me importaría volver a grabar si eres tú quien me hace reír. No te voy a decir que no dejes que esos sentimientos, por pequeños que sean, esos que me pertenecen, se pierdan en las cenizas de mis cartas. No me atreveré siquiera a pensar en decirte que te acuerdes siempre de la manera en la que mis dedos acariciaban tu espalda como si fueran pinceles y ésta mi mayor lienzo.
No recuerdes mi voz susurrándote que te quería, ni mis manos frías que a mí me encantaba calentar con las tuyas por sentir como tu pulgar creaba un recorrido personalizado con cada toque.
Y, por favor, espero que no sonrías cuando te venga a la mente esos pequeños besos que me dabas cuando me quedaba sin palabras, me hacías sonrojar y esa era tu excusa perfecta para depositar en mis mejillas pequeños mordiscos que luego te hacían buscar mi cuello y matarme a cosquillas.
No quiero que ningún día se te ocurra escuchar mis canciones favoritas a piano para acordarte de que siempre las ponía de fondo cuando quería escribirte lo que para ti era la más sagrada de las escrituras; cada uno de mis textos lo fueron. Espero que ella te lea tu poema favorito, que por casualidad es el mismo que el mío, cuando vea que te desesperas entre tanto papeleo y acabéis abrazados en ese pequeño sofá de su comedor, como hacíamos nosotros.
Ruego que ella sepa hacerte feliz, que te conozca mejor que yo lo hice, que sepa interpretar tus sonrisas y admirar tus silencios en los que la mires a los ojos porque es entonces cuando más transmites. Que eres de esos que no necesitan expresarlo todo con palabras porque con esa mirada puedes hacer que cualquier chica se vuelva loca o se eche a llorar de la felicidad al encontrarte diciéndole que no puedes vivir sin ella.
Quiero que te deshagas de mis libros, menos del poemario de Neruda, deja que haya algo aún cerca de ti que tenga nuestra huella, esa que has dejado impregnada en mí hasta en el hueco más escondido de mi cuerpo.
No te sientes en aquel puente al final del río a ver cómo el atardecer inunda el horizonte y recordar cómo me mirabas de reojo solo para no perderte esa cara de boba que decías que ponía, pero que, en realidad me mirabas porque justo en el momento en el que el sol se escondía, en el último segundo, era cuando mis ojos parecían brillar más que en cualquier momento del día; por eso te aficionaste a contemplar los atardeceres, pero solo si eran conmigo. Y lo que nunca te dije fue que los primeros días que los observábamos y no te atrevías a mirarme, me los perdía por ver la manera en la que movías los ojos de un lado para otro indeciso por si me cogías la mano o no, y cuando yo acerqué mis dedos a los tuyos hasta rozarnos, suspiraste y la sonrisa que se te escapó, joder, habría vendido los diez mil atardeceres más bonitos por verla cada día de mi vida siempre que quisiera.
Y, por último, no acaricies las sábanas de la cama buscando algún recuerdo, alguna marca de ese amor que desprendíamos por las noches a la espera del sol que nos alumbraba dándonos los buenos días, sabiendo que tú madrugabas porque te encantaba verme hecha un ovillo en la cama, con la espalda desnuda para acariciar mi columna con los dedos y poder suicidarte al final de ésta.

Y ahora, me despido, pero no sin antes suplicarte que me recuerdes, que recuerdes mis cabreos tontos y lo rápido que volvía corriendo a decirte que lo sentía y que no podía seguir haciéndome la enfadada para que vinieras a besarme la nuca. Recuerda mis ceños fruncidos cuando no entendía algo y quería que me lo explicaras y la manera que cantaba a pleno pulmón cuando íbamos en coche, con las ventanillas bajadas y la música tan alta que no podíamos hablar. Recuérdanos porque no habrá día que yo no lo haga.

domingo, 21 de diciembre de 2014

Estrellas por sueños.

Esas cenizas
que todavía arden
de los resquicios
que quedaron
de ese gran fuego que,
sin quererlo,
provocamos.

Revolución, quizás,
ganas de vivir,
de cumplir esos sueños
que una vez nos negaron de imposibles.

Las ansias de vivir,
de lograr objetivos
y callar las mismas bocas
que antes 
nos silenciaron,
haciéndonos renunciar
a las ilusiones
que nos definían.

Por esas personas
son por las que,
hoy por hoy,
intentamos dar lo mejor de nosotros,
superarnos
y
superarlos,
para que nos vean en el podium de la vida
mientras ellos se pelean 
por llegar a rozarlo siquiera.

Quién nos iba a decir
que sería verdad
que los que,
una vez,
estuvieron los últimos
se colocarían en cabeza
de esta carrera que es la vida
en la que todos participamos
aunque en caminos diferentes
y con obstáculos
mas
o
menos
difíciles de superar.

Y son esos,
los que logran acabarla
y terminar en un gran puesto 
para ellos mismos,
no para los demás,
los que se merecen el oro
y no los que van por terreno llano.

Que esos se lo dan todo
en bandeja de plata
y no usan las garras
por conseguir lo que otros sueñan.

viernes, 12 de diciembre de 2014

''Nos quería por encima de cualquier miedo''

Os diré,
pequeños corazones rotos,
que
no había mayor gloria
que sus besos con sabor a lluvia,
que sus brazos
encajaban a la perfección
con las curvas de mi cuerpo
y que, sin lugar a dudas,
prefiero su olor, 
tan único 
(como él mismo)
al más caro de los perfumes.

Os diré que no había día
en el que no pensase
que él era mi alegría continua,
que con cada bache que pasábamos,
se lograba hacer un hueco más grande
en mi pequeño corazón,
el cual, logró hacer enorme
con sus caricias 
desperdigadas por mi cara,
como si yo fuera la mayor obra de arte 
que jamás había contemplado.

Era todo un privilegio,
que pocos conseguían apreciar,
ver como sus dedos creaban círculos 
en la palma de mi mano;
para hacerme saber que 
ese mundo que dibujaba ,
aunque pequeño era,
nos pertenecía enteramente a nosotros.

No había mayor dicha
que escucharle hablar
y que al mirarme a los ojos
se olvidara de lo que estaba diciendo
logrando así, hacerme sonrojar.

Podía decirse que tenía,
a lo que hoy por hoy, 
sigue ocupando cada uno de mis pensamientos,
que era lo que toda mujer desearía tener con ella.
Y lo sabía,
y nos quería,
nos quería por encima 
de cualquier miedo,
nos quería con la mayor fuerza
que nadie podría llegar a querer.
Nos quería, 
al fin y al cabo, 
en silencio y a gritos,
con uñas y garras,
teniendo nada y soñando con todo.

Os contaré al oído
para que nadie más se entere,
que aún recuerdo el recorrido
que creó con sus labios
y me decía que lo repetiría
un millón de veces
por solo oírme suspirar.

Y,
con lágrimas en los ojos,
me atreveré a decir
que no hay mayor delito
que lo que la vida nos quitó:
el arte de amar y de ser amados,

martes, 2 de diciembre de 2014

¿Qué ha sido de mí?

Al mirarme hoy al espejo, no encuentro otra cosa que un alma demacrada suplicando por escapar de este cuerpo que quiere vivir pero que ya no sabe cómo hacerlo. Me he dado cuenta de mis ojeras por falta de sueños, debido a la demasía de pesadillas en las que vuelvo a perderle una y otra vez, como si no hubiera sido suficiente el dolor de ese primer adiós no articulado con palabras, sino con el corazón, ese mismo que una vez se atrevió a amar para luego acribillar. Se puede observar, desde bien lejos, que mis ojos ya no brillan como solían hacerlo, ya que era él quien encendía esa llama dentro de ellos; quién sabe si alguna vez volverán a llevar consigo esa luz que todos admiraban o terminarán tornándose negros azabache porque no serán capaces de transmitir nada más que la oscuridad que hay dentro de mí. Más de una vez le he preguntado a mi reflejo si esta máquina, a la que llaman corazón, volverá a latir con la misma rapidez y fuerza que cuando le veía sonreír, aunque siempre pensaba que algún día se pararía en seco al escuchar el sonido de su risa cuando conseguía hacerle feliz. No sé si es el despertador o mis pocas ganas de rendirme a esta vida lo que me hace levantarme y seguir hacia delante, porque puedo asegurar que si por él fuera me dejaría morir en esta cama y sus recuerdos serían las piedras que taparían mi tumba; y, aún así, no estaría lo suficientemente lejos de su voz, esa misma que me juraba no separarse de mí por muy turbias que se pusieran las cosas en mi mundo. Pero, al fin y al cabo, todos acaban marchándose y los primeros son los que juraron no hacerlo; en este caso, él, que sigue tan vivo tan dentro de mí como yo muerta me siento.
Seguiré rondando los lugares en los que algo compartimos, ya sea una mirada o el más apasionado de los besos, porque no hay nada como recordar las cosas bonitas aunque sea de la persona que menos se lo merece.
Al andar, siento como si arrastrase tras de mí un peso demasiado grande para alguien como yo, alguien que no tiene fuerzas para continuar. Al volverme, me doy cuenta que van atados a mis pies todo lo que él me quitó, desde mis objetivos por conseguir, a cada una de mis sonrisas. Es extraño, y a la vez inhumano, la forma en la que una persona se mete tan dentro de ti, se acomoda pensando estar durante un larguísimo periodo y, cuando se va, con las prisas, lo deja todo hecho un desastre e incluso llevándose cosas que no son suyas intentando recuperar lo un día él me regaló a mí: un pedazo de su corazón, un hueco en su alma y un espacio reservado para mí en su memoria.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

'la lluvia ha cesado ahí fuera, pero aquí sigue y seguirá durante un tiempo'

Anoche se podía escuchar el sonido de las gotas de lluvia contra el cristal de mi ventana mientras nos decíamos adiós, pero no sabía si donde llovía era fuera o dentro de mí; o en ambos sitios, porque no sé cómo hiciste para volverme a hacer llorar, bueno sí, marchándote.
Pero esta vez sé que es distinta, lo siento en los huesos, en el alma. Te has ido porque has encontrado a otra mejor que yo, me has cambiado; has cambiado un corazón que te pertenecía (roto, pero tuyo) por uno a estrenar. ¿Estabas demasiado cansado de los mismos labios? Quizás querías empezar de nuevo pero, pobre de mí, que quería un nuevo comienzo contigo cuando tú lo querías con otra. Y fíjate, lo has conseguido, como todo lo que te propones.
Te dije que te necesitaba, que era lo único que sabía con seguridad y tú lo único que me dijiste fue que tenías novia, y claro, ¿cómo voy yo a competir con alguien como ella? Si al fin y al cabo, no sé como no te fuiste antes, no sé cómo has 'seguido' ahí para mí sabiendo que no soy, para nada, algo que vale la pena conservar.
Pero, es extraño, porque esta vez la que decidió irse, fui yo.
-No puedo ser tu amiga.
-¿Por qué?- me preguntaste asustado.
-Porque te quiero, joder. Te quiero más que a mí misma. 
-¿Entonces?- pareció como si no te hicieron efecto alguno mis palabras cuando a mí me quemaron al salir de mi boca.
-¿Entonces qué?
-Eso, de que no puedes ser mi amiga.
-Entonces no somos nada.- respondí con lágrimas en los ojos, volteando la cara, porque ya no sabía de qué manera desahogarme.
-¿En serio?
-¿Te sorprendes? ¿Tú podrías ser amigo de la persona de la que estás enamorado y que ella esté con otro?
-No.
-Pues ahí está mi justificación.

Nos despedimos de la manera más fría posible, mientras a mí me ardía el corazón, mientras sentía como me abrasaba por dentro porque veía cómo caminabas en la dirección opuesta a mí cuando siempre he pensado que por muchos desvíos que tomásemos, terminaríamos llegando al mismo destino.
Una pequeña parte de mí, esa que aún vive tras este mar de lágrimas, cree que por mucho tiempo que transcurra, por muchas que pasen por tu vida y te olvides de mí, una vez que nos veamos, todo volverá a ser como antes, volveremos a ser nosotros, estarás de vuelta para quedarte, para quedarte para siempre. Pero ten cuidado, que para cuando regreses, no te encontrarás con lo que ahora soy, ni con lo que era cuando empezamos, porque ya no habrá ni un pedazo de ese corazón que tan bien conoces. El viento se habrá llevado consigo todo rastro posible dejando solo la carcasa, por si alguien se atreve a llenarlo.

Dime, ¿cómo podré volver a reír sabiendo que esa risa no es de verdad?
¿cómo podré volver a amar sabiendo que no eres tú el que lo reciba?

Y tú, ¿serás capaz de mirarme sin recordarnos?

Ya puedo ver el sol salir entre las montañas, la lluvia ha cesado ahí fuera, pero aquí sigue y seguirá durante un tiempo.
No te quiero decir el adiós definitivo porque no quiero no tenerte, no quiero dejar de quererte porque entonces sí que habré terminado conmigo misma, porque entonces sí que no me quedará nada por lo que seguir luchando, porque entonces, no tendré a quien escribir y lo necesito.
Así que, mientras este jodido sentimiento siga vivo en mí podré seguir pensando que somos eternos.





Siempre tuya,
siempre mío,
siempre nuestros.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Dígale.

Dígale al mundo, señor, que aquí hay dos
que necesitan un día más
para amarse.
Sin prisas,
sin acelerar,
con calma
y tranquilidad.
Dígale, señor, a quien nos dirige la vida
como si fuéramos títeres,
que nos deje un ratito más
para el último adiós.
Dígale, señor, que es una injusticia
lo que hace;
el separar a dos personas
porque cree que no son capaces
de superar ese bache del camino.
Ruéguele, señor,
una eternidad para nosotros,
o una noche también nos valdría,
que nosotros nos encargamos
de hacerla eterna.

miércoles, 29 de octubre de 2014

Diminuta.

     Agarrarme al abismo de tu boca
          para llegar de puntillas a tu clavícula,
donde podría dormir durante años
con tan solo oler el perfume
procedente de tu cuello.
Qué delito sería no bajar las escaleras de tu abdomen
e intentar colgarme de tu pecho,
en el que tus brazos me acunarían
hasta que dejarse de temblar
por el frío de la madrugada.
Quién no pisaría tus huellas,
quién no seguiría el incesante bamboleo de tu cuerpo
con tal de llegar a escuchar
esa risa que solo ella te sabe sacar;
y mientras tanto, yo, os observo desde abajo,
diminuta,
insignificante,
sin valor,
pero llena del amor
que has hecho crecer en mí cada vez
que me permitía perderme
en el azul de tus ojos,
ese mar en calma
que revoluciona a cualquier chica;
y tonta de mí, 
que me quedé viviendo en ellos.

sábado, 25 de octubre de 2014

Tú eres para siempre.

Más de una vez he querido contar nuestra historia, escribirla o recitarla como el mejor poema de amor; siempre he querido poder transmitir a cualquier persona lo que sentía por ti.
Aquello que me hacía volar aunque tú no levantases los pies del suelo.
No voy a negar que hay días en los que me pregunto cómo estarás, en si has llegado a ser feliz y en si, por casualidad, sigues pensando en mí porque yo lo hago, lo hago más de lo que debería.
Me gustaría saber si has logrado conseguir a esa mujer que sea tu sol en vuestros amaneceres, como tú lo eras para mí.
No sé cuántas veces he empezado una carta en la que tú eras el destinatario diciéndote todo lo bueno y todo lo malo que has traído a mi vida, que mi espalda era el mejor lienzo para el arte que creabas con tus caricias, que cada una de mis lágrimas son por ti, y el dolor del pecho no es por el tabaco, es porque tu recuerdo aún tiene su reservado en la mayor sala de mi corazón.
¿Sabes que dicen que el amor no existe? Que es todo una invención, un nombre que darle a los estúpidos revoloteos de las mariposas. Me mantengo firme en esa declaración salvo cuando te veo, joder, cuando te veo las mariposas se convierten en abejas asesinas que me destrozan el interior hasta que admito que existe el amor, porque tú eres amor.
Tú eres mi definición de amor.
Puede sonar demasiado cursi, pero no voy a hacerme la dura cuando es de ti de quien escribo porque nunca lo he sido, y no voy a empezar a serlo ahora, después de un año bajo la putada de quererte.
Porque te quiero, nunca he querido a nadie más y será difícil que quiera a nadie como a ti; y lo siento por haberme enamorado, lo siento por quererte más de lo que debía, lo siento por convertir mis sentimientos en el ancla que me mantiene en pie.
Las despedidas son dolorosas, pero créeme, aún peor fue cuando nos dijimos adiós sin pronunciar palabra, cuando todo terminó y te fuiste dejándome sola con mis inútiles ganas de dejarme morir, de encerrarme y ser tú el único que pudiera rescatarme, el único capaz de echar a un lado la barrera que he construido a mi alrededor para evitar más dolor o para intentar poner algo que me prohíba salir corriendo hacia ti para decirte que me quedo contigo, que mi vida eras, eres y serás siempre tú.
Y cuesta cumplir un siempre pero, tú eres para siempre.

viernes, 3 de octubre de 2014

un tejado que no va acorde con la casa que somos.

me cansé de las despedidas,
de los golpes por la espalda
y las verdades a medias que circulan por las cloacas de la ciudad
porque son ratas quien las dicen.
Rumores que nos matan
conforme los días pasan
y fíjate qué irónico
que quien los inventan
viven tan felices
sin importarles que han construido con esas habladurías
un tejado que no iba acorde
con la casa que somos.
Nos ahogamos
en nuestro propio mar de mentiras
intentando salir a flote
pidiendo disculpas sin fundamento
para quitarnos algo del peso
que llevamos a la espalda.
Tonterías,
meras ilusiones.
¿Quién nos va a perdonar
el haber hecho tanto daño a una persona
que hasta dejó de confiar?
Porque os diré una cosa
ya podéis rezar todo lo que sepáis
porque si incluso Dios se atreve a perdonaros
el haber hecho eso
sí que vivimos en un mundo de corruptos.

'era lo único que nos mantenía cuerdos'

Caos,
joder,
éramos un puto caos.
Locura pura.
Que dolíamos más que el alcohol en vena,
pero, tío,
eso era lo único
que nos mantenía cuerdos.

Que nos amábamos como locos,
y qué bonita forma era esa.
Qué bien sentaban los besos
con un toque de rabia.
Y ni te digo
cómo te brillaban los ojos
después de un buen polvo desenfrenado.

Pura adicción, chaval.
Ni la cocaína
podía compararse con tus ojos;
esos mismos que me atraparon 
en esta jaula
que me mantendrá siempre cautiva.

martes, 23 de septiembre de 2014

Si te ibas, mi mundo se marcharía junto tus pies.

La manera en la que nos conocimos no fue nada del otro mundo, es más, fue todo lo contrario, lo típico, lo común; nada que mereciese la pena contar a mis amigas en nuestros ratos de cotilleos. Ellas con sus preciosas historias que salieron a pedir de boca, que terminaron casadas con el amor de su vida y yo, mientras ellas hablaban sin cesar, buscaba la razón que pudiera explicarme de manera aproximada ésta soledad tan presente en mi día a día desde que te fuiste.
Quizás me lo merecía, quizás es que no soy lo suficientemente buena para que las cosas que logran hacerme feliz se queden junto a mí sin fecha de caducidad.
Y claro, cómo lo hago para sonreír cuando te veo en las caras de cada persona; cómo hacerlo si te tengo tan cerca aunque en realidad no lo estés; cómo hacer algo que no puedo por tu culpa. Más de una vez te dije que me hacías realmente bien, que podía irse todo el mundo que mientras permanecieras tú, podría seguir, pero nunca te dije que si te ibas, mi mundo se marcharía junto a tus pies. Aunque tampoco habría cambiado nada si lo hubiese hecho.
Tomaste tu decisión y la respeto, pero no me atrevo a aceptarla, porque una pequeña parte de mí quiere que vuelva y me hagas sentir que todo está bien, que no nos perderemos ningún atardecer porque están esperando a que tomemos asiento en la arena y disfrutemos del espectáculo. Pero, ¿a quién quiero engañar? En en último momento, cuando el sol se despide hasta el día siguiente, desviaba la mirada hacia ti y podía jurar que esa era la mejor vista del mundo.
Si te hubieras mirado a través de mis ojos, habrías comprendido por qué para mí eras lo que jamás quería perder; y si te llegas a colar en mi corazón habrías descubierto mil y una razones de por qué estaba -y sigo- enamorada de ti.
Parecíamos tan reales, tan auténticos, que jamás hubiera podido imaginar que eras una completa farsa. Bueno, tú no, pero tus sentimientos lo llegaron a ser.
Y ahora... ahora me quedo embobada mirando el gotelé de las paredes, me sumerjo en mi mente porque no quiero escucharlas, no quiero escuchar a nade, solo necesito volver a nacer, volver a ser, porque desde que te marchaste solo vivo de tus recuerdos, del sonido de tu risa a mediados de la tarde, esa melodía que tengo grabada a fuego en la memoria, de cómo subía y bajaba tu pecho cada noche -tu pecho, donde me hubiera dejado morir- de lo pacífico que parecías al dormir y de todo lo que has hecho crecer en mí.
No quiero seguir viviendo de ti; no puedo seguir alimentando a mi moribunda alma de lo poco que me ofreces.
¿No podría volver al momento, justo antes de conocerte, y cambiar de camino? Sé que también habría piedras en ese, pero nunca ninguna que no me dejara avanzar, que me atrapase como tú.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

'por hablar, nadie muere'

Hablo de estrellas,
de noches,
de cielos vacíos.
De besos robados,
de abrazos sin dueños
y solitarios corazones.

Hablo de castillos en ruinas,
y de puentes con niebla.
Hablo de causas perdidas
y perdidos sin causa.
Que por hablar nadie muere
pero muchos matan
por el qué dirán.

Hablo de camas deshechas,
de ropa amontonada,
y libros con polvo.

Hablo de abandono,
de pérdida
y soledad.

Hablo de gritos ahogados,
de historias sin terminar
y declaraciones a la mitad.
De caminos que no llegan a cruzarse
y miradas fugaces
que quedan en el olvido.
Miradas que podrían haberlo significado todo
y sin embargo, se perdieron 
en la nada.

Y, como siempre, hablo de nosotros.
Hablo hasta hartarme de hablar.
Hasta que no queda nada por decir.

Solo hablo de cosas sin sentido,
sin fuste alguno,
inacabadas,
o acabadas pero rotas.
Quién sabe, yo solo hablo.
Hablo y hablo
sin decir nada,
o quizás diciendo demasiado.


sábado, 30 de agosto de 2014

Caos.

Susurros abandonados en el espacio de dos cuerpos,
besos cuya casa no deberían ser mis labios
y cafés fríos esperando en la repisa de la cocina.

Todo está al revés y no a causa de nuestros
encuentros furtivos en cualquier rincón de casa;
las sábanas se han olvidado de tu olor y 
yo lo busco cual desesperada por sus rincones.

Alcohol en vena y versos sin sentido sobre el papel.
Sin sentido, como nosotros.
Drogas que nublan los sentidos, medicina para no pensarte.

Calles solitarias con las que comparto mi dolor
porque ellas entienden mejor que nadie
lo que es perder a personas.

Y, al final, solo me veo a mí entre humos,
buscando la felicidad que tanto prometían; 
pero en todo este desorden, lo único que hallo
es tu ausencia.
Tu ausencia cual enfermedad incurable.



miércoles, 20 de agosto de 2014

A ti.

Hoy, después de un tiempo sin escribir, sin pensarte, me ha asaltado tu recuerdo y me ha perforado el alma haciendo que el respirar me resulte una tarea imposible, creando en mí una sensación que jamás había creído sentir antes, pero que al pensarlo mejor, la he sentido todos los días desde que te fuiste.
En este corto periodo de tiempo, me he vuelto a preguntar qué hubiera sido de mí si nunca hubieras pronunciado ese adiós que aún me taladra la mente por las noches. ¿Habríamos encajado tan bien como creía que sería? ¿Habrías sido esa pieza que faltaba para completar mi vida o, simplemente, habría acabado igual que ahora pero con los labios más gastados por tus besos? Te mentiría si dijera que no me hubiera gustado averiguarlo. Te mentiría si me atreviese a decir que no pasaría por lo mismo una y otra vez con tal de tenerte de nuevo aquí. 
Eres ese gran error que nunca podría cansarme repetir.
Quizás me habría acostumbrado al olor de tus sábanas o a la comida de la suegra los domingos o, yo que sé, quizás te hubiera puesto un tono de llamada diferente para cuando quisieras llamarme para darme las buenas noches, ya que los buenos días me los darías a besos.
No me hubiera importado caer en esa estúpida rutina, que todos temen, contigo, no me hubiera importado romper mis sueños, porque no había mayor deseo en mí que ese hueco con mi nombre entre tus brazos.
A lo mejor todo acabaría más pronto de lo que ninguno pensaba; a lo mejor no estábamos hechos para una vida juntos; a lo mejor, las perdices no aparecerían en nuestro final; pero ¿qué más daba? ¿qué diferencia podría haber entre el supuesto daño que me habrías hecho, al que me hiciste? Porque en ese momento soñado, podría tener algo a lo que agarrarme, a un recuerdo más vivo tuyo, no a este que se va disolviendo conforme pasan los días y, de golpe, pum, vuelve a aparecer aporreando las puertas de mi destrozado corazón para colarse dentro porque no hay mejor lugar en el que estar que en casa, aunque ya solo quede de ella las últimas vigas que luchan por mantener en pie el tejado.
Quizás algún día vengas para decirme que nos marchitamos cual rosas en invierno y que, como ellas, no volvimos a renacer; que ese dicho de donde fuego hubo, cenizas quedan no se ajusta a nosotros porque el viento se encargó de eliminar los restos de la escena del crimen. Quizás, para ese entonces, las canciones tristes no formen parte de mi repertorio y pueda mirarte a los ojos sin creer que eres el único capaz de reconstruir las ruinas que dejaste a tu paso, como un huracán cuyo único objetivo era yo.

viernes, 18 de julio de 2014

Sentir de nuevo.

Está sonando como música de fondo, la misma canción que escuché de tus auriculares la primera vez que te abracé y la letra se repite en mi cabeza como la última nota de un suicida.
heart's still beating but it's not working
it's like a million dolar phone
that you just can't ring
I reach out trying to love but I  feel nothing
yeah, my heart is numb.

Esa melodía me lleva de vuelta a ese momento, en el que tus brazos me sostenían cuando pensaba que me caería en esa espiral de oscuridad que se abría bajo mis pies, a la que tantas veces había discutido conmigo misma si debía dejarme llevar por los demonios que aclamaban por mi unión a ellos, o solo esperar un poco más. 
Eras tú el que me ayudaba a decidir, y siempre me terminaba quedando, aunque sintiera que ya no pertenecía a este mundo, te pertenecía a ti y supongo que eso me bastaba.

But with you I feel again
yeah, with you I can feel again, yeah
I'm feeling better since you know me
I was a lonely soul but that's the old me

Tus ojos, que con solo verlos, me cercioraba aún más de que me mantenían viva, que cada vez que se cruzaban con los míos, una conexión aparecía para transmitirme un poco de esa luz que siempre llevabas contigo. 
Sí, tengo que admitir que me enseñaste a amar como jamás lo había hecho antes, a confiar tanto en una persona que dejaba que sostuviera mi mundo en sus manos, porque a mí me pesaba demasiado. Jamás creí que lo dejarías caer, que serías capaz de ver como se hacía añicos -como me hacía añicos- y no movieras ni un músculo para arreglarlo; tú que con un solo toque me hacías respirar cuando pensaba que me estaba ahogando en este mar de gente agobiante, en este trozo de inmensidad que lo único que da es miedo.
Cómo iba a imaginar que quien tanto me protegía, era quien antes se iba a marchar de aquí.
A long time coming since
I've seen your face
I would never went back
trying to remplace everything I broke 
till my feet went numb.
Praying like a fool that just shot a gun.

Y al final de la canción, cuando el último solo de guitarra se apaga y lo único que queda son las luces que alumbran a un escenario desierto, me doy cuenta de que has podido significar mi primer amor, pero a la vez, la primera vez que, no solo me rompen el corazón, sino que también me rompen en pedazos tan pequeños, que ni el mejor escultor del mundo podría unirlos para hacer de ellos algo bonito, bello, digno de volver a querer.
Cuando todo el mundo se ha ido de la sala y un foco alumbra el centro, apareces en escena, como un fantasma, con un camisa y el alma de la mano, porque tiene tan pocas fuerzas como yo para seguir luchando. Esa luz que antes tanto compartías conmigo, ahora te esquiva porque eres solo caos.
Ambos somos un caos irreparable.
-Antes de irme de aquí, solo quería que supieras, que tú también me enseñaste a abrir mi corazón y que, nadie será capaz de ocupar un lugar en él, más grande del que ocupas tú. 
Desapareces del local y de repente me entra miedo de pensar que al decir que te ibas de aquí no te refirieras al establecimiento, sino que te ibas del todo, porque no podría cargar más muertes sobre mi espalda, ya tengo suficiente con la mía.

Heart's still beating but not working
It's like a hundred thousand voices that just can't sing
I reach out trying to love but I feel nothing

oh, my heart is numb.

miércoles, 16 de julio de 2014

No somos como esos cuentos de hadas.

Cascadas repletas de sueños perdidos
que una vez dejamos pasar,
con el fin de adaptarnos o
simplemente aceptarnos,
para complacernos,
mintiéndonos sobre lo que queríamos
o incluso, lo que en un futuro queríamos ser.
¿No es ridículo?
No podíamos pasar ni un minuto
lejos del otro
y desperdiciamos
todo lo bueno
y
todo lo malo
que la vida se atrevió a darnos,
alegando que nuestros te quiero
tenían más fuerza 
que cualquier otro final feliz
porque aunque lo nuestro
no fuera un
vivieron felices y comieron perdices 
de esos de los que todos hablan,
valía la pena este cuento inacabado
con tal de verte despertar cada amanecer
al otro lado de la cama,
regalándome el enorme placer de poder disfrutar 
de cada centímetro de ti.
Que los atardeceres eran más bonitos
si te tenía a mi lado
acariciándome el pelo.
Y la luna, se veía más llena desde tu pecho.
Así que, corramos de esas miradas acusadoras
que nos intentan ahogar en su océano de prejuicios
y déjame volver a la seguridad
que tus brazos me ofrecen,
porque, joder,
si te tengo a ti
ya me pueden regalar el mundo
que yo ya tengo el mío;
ese gran pequeño mundo junto a ti.








con la colaboración de mi Mandus.

domingo, 13 de julio de 2014

Por fin esto se está convirtiendo en una historia de olvido.

El cielo nos cubre como si de una manta negra se tratara y se ven tan bien las estrellas desde donde estamos que me da miedo respirar demasiado fuerte por si desaparecieran.
Cada noche que se nos ocurre dar una vuelta por los alrededores de este pueblo sin vida, terminando en nuestro lugar, donde la lluvia se acumula cuando las nubes nos regalan unos días nublados entre tanto sol cegador.
Nos sentamos en el borde del puente, dejando nuestras piernas colgando sobre el vacío, acariciando la muerte con la suela de nuestros zapatos, permanecemos en silencio hasta que me enciendo un cigarro y ella suelta un suspiro de desesperación.
-¿Por qué fumas? no lo entiendo, lo único que puedes conseguir sea que te mate ese estúpido nuevo vicio tuyo.- Mueve la cabeza en señal de no comprender y se me escapa una leve sonrisa antes de expulsar el humo, que parece como si un trozo de mi alma se me escapase por mis labios.
-Quizás sea por eso- me mira con los ojos como platos y con cara de no lo dices en serio.- es decir, de algo hay que morir, ¿no?
-Realmente prefiero que mueras de vieja a que tengas los pulmones más negros que este cielo.- dice señalando arriba.
-La verdad es que me da igual todo ya.- Aspiro con fuerza del cigarro hasta que llego a las letras y lo apago contra el suelo antes de que me vuelva a reprimir.
-¿Por qué te da igual todo ahora? ¿Qué es lo que ha cambiado?
No sé por dónde empezar a explicarle. No sé si decirle que me he dado cuenta de que no sé que hago aquí, que quiero desaparecer y empezar a formar parte del cielo junto a esas deslumbrantes estrellas pero que a la vez me da miedo no brillar lo mismo que ellas. Y como no sé cómo abordar ese tema, le hablo de la causa de el.
-Estoy empezando a no echarle de menos tanto como antes.- Digo y siento como si algo me asfixiase desde dentro.
-¿Y eso es malo? ¡eso es genial! es decir, eso significa que tus sentimientos hacia él están disminuyendo y no tienes esa dependencia de él como antes. Lo estás olvidando y me alegro mucho.- Suspira aliviada y mueve sus piernecitas como cuando éramos pequeñas lo hacíamos al sentarnos en el bordillo de la piscina para salpicar a los demás.
-No lo entiendes. Creo que sí es malo.
-¿Por qué? Explícate.
-Es que... siento que si le olvido no voy a saber cómo seguir ¿sabes? me he acostumbrado tanto a este amor inalcanzable hacia él, a vivir de su recuerdo que me da miedo que, por ejemplo, al pasar por alguno de nuestros lugares, no acordarme de cómo su sonrisa me hacía pensar que ya podía acabarse el mundo ahora mismo porque si moría con esa vista, lo haría feliz.- Lanzo un suspiro y ella me mira con lástima, como si no tuviera arreglo.- Soy tonta por no querer deshacerme de algo que me hace tanto daño, es como si quisiera hacerme sufrir para sentirme viva.
-No eres tonta, créeme, lo que pasa es que ahora tienes el corazón tan cerrado que solo te permites sentir algo por él y no quieres abrirlo para nadie más que pueda llegar a tu vida. Tienes pánico a que te hagan pasar por lo mismo que te ha hecho pasar él.
-Creo que no podría soportarlo...-me enciendo otro cigarro y, esta vez, ella también fuma.
-Es inevitable que te olvides de él, todo termina sanando porque nada es para siempre, ni siquiera el dolor que aún sientes ¿de acuerdo?-me coge la cara entre sus manos para asegurarse de que la miro y la estoy escuchando.- Y nadie te va a obligar a volver a enamorarte, nadie te va a decir que tienes que querer a alguien de nuevo, eso te va a ocurrir a su debido tiempo, así que deja que los días pasen y pronto esos pedazos rotos que ahora son tu corazón- me toca dónde se supone que está mi corazón- cambiarán de dueño. 
La abrazó con fuerza para darle las gracias por entenderme y no juzgarme por mi locura y mi amor tan insano por él, por seguir a mi lado aún estando tan sumamente rota que pueda dañarla incluso a ella, la persona mas positiva que jamás he conocido.
-Anda, vayámonos que llegaré tarde a casa.- se levanta pero yo sigo sentada.
-Adelántate tu, quiero estar un rato sola.- le digo mirando a la infinidad de bosque que hay delante mía y escuchando el rugir del río que pasa por debajo de mí.
Ella asiente y sonríe, dándome un beso en la cabeza. Ha aprendido con el paso del tiempo que a veces necesito mis momentos de soledad para recomponerme.
Siento como la suave brisa hace bailar mi pelo en esta oscuridad y cierro los ojos intentando imaginar cómo podría ser un mundo en el que yo no estuviera tan perdida en las cicatrices de sus caricias.
Me doy por vencida y me levanto de ese puente bañado por las lágrimas que tantas veces cayeron durante estos años.
Al empezar a caminar para casa, me choco con algo un poco duro y me reprendo a mí misma por andar sin darme cuenta ni por donde piso.
Levanto la cabeza y lo primero que veo son unos ojos de un color tan chocolate que mi madre los exprimiría para hacer su amado bizcocho.
-Hola.- pronuncia el chico con una voz que me hace quedarme con la boca abierta de tan profunda que es y me doy cuenta de que el peso que había en mis hombros por los meses cargando con su falta, desaparecen al escuchar el sonido de su voz, abriendo las puertas de este destrozado corazón.

viernes, 27 de junio de 2014

Que muerta está nuestra historia ahora.

El viento se suele llevar con más facilidad las palabras que los hechos, por eso siempre he dicho que lo mejor es poner algo de peso que los sostenga, una piedra grande o el amor de dos personas, no sé, algo que evite que se olviden de su existencia.
-¿Quieres que esto funcione?
-Sí.
No hiciste que funcionara, es más pusiste todas tus ganas en olvidarme y aunque no me duela -porque tú, gracias a dios, no dueles- pero me has hecho sentirme tan sola que hasta tengo frío, un frío que me cala los huesos y los transforma en algo sin una función concreta, importante.
Creía que era yo quien te hacía vibrar, la que se levantaba temprano solo para ir a verte, a la que esperabas dando vueltas por casa y mirando cada dos por tres por la ventana por si ya había llegado y poder comerme a besos. Creía que era yo, que era a la que anhelabas pero, fíjate, no fue así y créeme, eso te hace pensar en que quizás no seas lo suficientemente buena para nadie.
-¿Dónde has estado toda mi vida?
-¿Y tú, dónde has estado?
Nos escondíamos el uno del otro para no hacernos esto: promesas sin hablar, silenciosas; esas eran las peores.
Pero, vayamos a lo serio. Sé que no me va a costar olvidarte, sé que pronto mis besos cambiarán de dueño y los tuyos le pertenecerán a otra, que me enamoraré de ese otro y tú seguirás rompiendo corazones, -menos mal que el mío al estarlo ya, no pudiste hacer nada- pero ¿a quién quiero engañar? Te voy a echar de menos.
Voy a echar de menos tu cama, incluso esas sábanas tan feas que nos cubrían, tu pelo mojado de las duchas de cada mañana, que pusieras el aire acondicionado cada vez que llegaba porque sabías que iba muerta de calor, las pocas cosas que compartimos y lo mucho que significaban para mí.
-Lo primero que quiero que hagas, es que me beses.
-Hecho.
Tu voz, tu voz sí que la voy a echar de menos, sin que faltase la clásica palabrota a cada final de la frase; que te debería de haber lavado la boca con lejía en vez de derretirme por tus labios. 
-Mañana va a ser un pedazo de día.
Siempre decías eso y la verdad, llevabas razón porque con tan solo verte, mi día ya merecía la pena ser contado.
Pero todo dejó de importar, ya no era en lo primero que pensabas al despertar o en quien te preocupabas cada vez que cogía el autobús.
Cambiaste de un día a otro y te juro que no quiero llorar, de verdad que no quiero, pero ambos nos hemos perdido y ahora no sé cómo encontrarnos.
-Dame una oportunidad.
-¿Otra?
-La última.
Y la desaprovechaste, joder, y a mí también.

lunes, 23 de junio de 2014

que todo termina, hasta nosotros, que nos juramos las estrellas.

'-Ven aquí, tonta, que eres tonta.- me agarró de la cintura y me dio la vuelta en la cama, haciendo que quedase encima suya. Sentía como su pecho subía y bajaba al compás del mío a causa de su respiración cada vez más fuerte. Sus ojos estaban fijos en mis pupilas azules, como si me devoraran y os juro que creía que me volvía completamente loca, tanto que incluso mis mariposas no sabían si salir a volar en mi estómago de manera constante.
Eran pocas las veces que estábamos así, pero los reviviría eternamente con tal de estar con él de esta forma, tan libres, tan jóvenes, tan nosotros.
-¿Perdona? De tonta tengo menos que tú seguro, chico.- Le dije sonriendo mientras apoyaba mi barbilla en su pecho y sentía como el aire proveniente de su nariz se estrellaba contra mi cara, dándome unos segundos más de vida.
Vi como sonreía e inevitablemente hacía lo mismo, como si pulsara un interruptor.
-Cállate, tonta.- volvió a sonreír y acercó su boca a la mía para besarme con cuidado, con lo que yo creía que era amor; alejando de mí el miedo a que me hagan daño, dejando abiertas mis puertas para enamorarme, haciéndome creer que el amor no es solo sufrimiento, que tiene sus momentos irrepetibles, como los que pasaba volando en sus labios.
Sus manos recorrían mi espalda sin dejarse ni un centímetro de ella, deseoso de más de mí y yo no era quien para negarle algo que es suyo desde que escuché su voz; me abracé con más fuerte a él, como si temiera caerme y él fuese mi salvavidas, que me recibe encantado, sin prisas.
En el momento en el que empecé a apoderarme de su cuello, sonó su teléfono móvil.
-No lo pienso coger.- dijo con la voz rota.
-Puede ser importante.- dejé de besarle y me dispuse a levantarme de la cama pero me agarró la muñeca y me tiró contra él de nuevo.
-No es más importante que esto.- sonrío y me besó; ésta vez con un poco más de desesperación, como si no nos quedara tiempo.
Me olvidé del sonido del móvil y me dejé llevar, le dejé a él las riendas de mí, pero cuando cesó la llamada, una voz femenina se adueñó de nuestro silencio, interrumpiéndolo con su voz de pito.
Él se tensó de golpe y dejó de besarme, se levantó y fue hacia el teléfono pero, la que esta vez le agarró del brazo, tirándolo a la cama, fui yo, y me arrepentí.
'Hola, guapo. ¿Te acuerdas de mí? Seguro que sí - soltó una pequeña risita y yo creí que iba a vomitar ahí mismo.- solo llamaba para preguntarte el por qué no me has llamado después de lo bien que lo pasamos anoche, ¿es que no quieres repetir? No dudes en buscarme cuando escuches esto, amor. Hasta luego, un besito.- y se cortó esa voz chirriante.
Permanecí mirando el teléfono sobre el mueble de la televisión durante lo que parecían siglos, hasta que su mano me rozó la espalda suavemente.
-¿Quién era?- pregunté con la voz entrecortada.
-No es nadie, de verdad. Vuelve a mí.- me pidió al acariciarme el pelo que me caía en cascada por la espalda.
-Si es alguien. Dime quién es.- me aparté de su tacto, no podía soportarlo, era como si me quemara.
Soltó un suspiro y se colocó delante de mí, obligándome a mirarle.
-Es una chica que conocí anoche cuando salí con los chicos, nadie de quien debas preocuparte.- volvió a tocarme, esta vez la mejilla. Jamás me había tocado la cara, quería que me tranquilizara pero eso no era posible, no ahora mismo. Separé la cara y le miré con rabia, pero sobre todo, con dolor.
-¿No me tengo que preocupar?- grité poniéndome de pie delante de él. Iba desnuda pero ¿sabéis qué? No me importó nada, ya me conocía, pero seguía mirándome con admiración, con deseo incluso estando tan enfadada como estaba ahora.- Te acaba de llamar una chica mientras estabas conmigo, diciéndote que lo pasásteis muy bien anoche y por qué no repetís ¿te crees que soy tonta y voy a dejar esto pasar? Entonces me conoces muy poco y mal.- busqué mi ropa interior y me la puse y cuando iba a ponerme los pantalones que estaban tirados en el suelo, se levantó, quedándose ante mí desnudo salvo por los calzoncillos que le tapaban.
No podía negar que tenía delante a una de las criaturas más hermosas que nunca había visto.
Y no podía creer que ésta fuera la última vez que lo tendría.
-¿A dónde vas?- me miró con miedo a que me marchase, pero yo ya no podía seguir aquí, me había engañado.
-Me voy.- le dí la espalda y me puse la camiseta aguantando las ganas de llorar porque era seguro que esto me dolía más a mí que a él.
-No, no puedes irte, por favor, quédate, aún tenemos 20 minutos hasta que salga tu autobús.
-¿Es que no lo entiendes? Me has mentido, me has engañado ¿y aún crees que me voy a quedar? Te repito que me conoces muy poco y encima mal.- me aferré a mi bolso y bajé lo más rápido que pude las escaleras con cuidado de no matarme. Al llegar abajo, él se interpuso en mi camino, otra vez.
-No tienes por qué cabrearte, nosotros no somos nada serio ¿sabes? No tengo ningún compromiso contigo.- dijo creyendo que había hecho bien, pero no, eso fue la roca que faltaba para hundirme del todo. Me mordí con tanta fuerza el interior de la mejilla intentando retener las lágrimas, que me hice sangre. Estaba perdida y dejé el camino libre a cada gota que aguantaba en la cárcel de mis ojos.
-Pues no, no teníamos ningún compromiso el uno con el otro pero creía que sentías por mí algo más que puras ganas de echar un polvo y entonces me permití quererte.- al escuchar eso, entreabrió los labios, sorprendido por esa palabra.- Sí, me has oído bien, te quiero, pedazo de gilipollas sin sentimientos. TE QUIERO.- grité tan fuerte como pude, dejando salir de mí mi ira hacia él, la decepción de haber sido utilizada por alguien como él otra vez y escupí los pedazos de mi corazón roto.
-No... no sabía que sentías eso por mí.- dio un paso hacia mí y me metió el pelo detrás de la oreja derecha, con delicadeza, centrándose en lo rojos que tenía los ojos y en que era su culpa, que todo era su culpa.
-Yo tampoco lo sabía, o sí pero intentaba no afirmarlo porque entonces solo daría rienda suelta a mis sentimientos y no quiero estar enamorada de ti, nunca.
-¿Por qué?
-Porque con cada día que pase voy a estar creyendo que estás con otras, que no soy la única y eso acabará volviéndome loca. El hecho de que ahora te quiera no significa que te vaya a querer toda mi vida, así que ahora sube y llama a esa chica que seguro que a ella le gusta más tu no-compromiso que a mí.- le aparté de un empujón y llegué a la puerta irradiando furia por cada poro de mi piel.
-Pero... a mí me gustas tú.
Me paré en seco y noté como se me erizaba el vello de la nuca lentamente, al girarme me topé con sus ojos llenos de esperanza, de ilusión. Ambas las borré enseguida.
-Ya no más, deja de mentirme, ya has conseguido lo que querías ¿no? Alguien con quien no aburrirte durante un tiempo. Me has tenido durante todo lo que has querido, a cualquier hora.- negué con la cabeza y crucé el umbral de la puerta, alejándome de él.- Olvídate de mí, que yo intentaré hacer lo mismo.- bajé las escaleras de su casa y llegué a la calle, me puse los auriculares y la música me inundó los oídos, el cerebro y el cuerpo.
Eché a correr lo más rápido que pude, dejándole en la puerta de su casa sin saber qué hacer o a dónde ir.
Cuando sentí que no podía más, me senté en el bordillo y comencé a llorar. Seguí llorando porque sabía que había hecho lo correcto, lo que debía pero no lo que quería.'

He vuelto a amar, he vuelto a sonreír, he vuelto a besar con ganas y a reír de verdad pero no de la misma forma como cuando estaba con él. 
Con él todo estaba a otro nivel, por encima del cielo y las nubes, hasta ahí llegó mi amor por él y su sonrisa.
Aún sigo pensándole, pensando en esa mañana, en todas las mañanas pasadas en su cama, arropada por la calidez de sus brazos y sumergida en su risa, en sus labios y en la manera en la que abría poco a poco sus ojos cuando no me sentía besarle.


'Antes de que sufrieras tú, sufría yo'

Siento como la brisa nocturna se abre paso entre los árboles para adentrarse en mí, en el vacío persistente que se adueñó de mi cuerpo, quitándole el lugar a mis sentimientos, ahora muertos.
No te imaginaba capaz de crear esta dependencia tan grande hacia tu persona, como si jamás pudiera desengancharme de ti por muy fuerte que lo intentase; eras mi droga, mi mayor y peor debilidad.
Eras de esas personas que aun cuando me fallabas, yo seguía protegiéndote por encima de todo porque antes de que sufrieras tú, sufría yo.
Mala elección fue esa porque a cada disparo que me paraba por ti, me deshacía un poco más hasta el punto en el que ya no era yo; y cuando llegó el instante donde más débil estaba, cuando permanecía hecha un ovillo a tus pies, suplicando por la protección que me ofrecían tus brazos, alcé la vista y logré deslumbrar tu figura a contraluz  y no pude ( o no quería) creer que quién disparaba, quien apretaba el gatillo contra mí, eras tú, con esa sonrisa torcida que tanto amaba antes y que ahora solo aparece en mis peores sueños, recordando cada una de las veces que me mentías, que decidías arrancarme un pedacito de mí para tu colección de muñecas rotas.
Soñábamos con recorrer el mundo y lo único que crucé fue el salón de casa de tantas noches que venías a la madrugada oliendo a vodka y colonia de mujer, caías rendido al sofá, sin dignarte a mirarme siquiera.
¿Y qué iba a hacer yo? Me encerraba en mi propia cárcel, autodestruyéndome para no destruirte a ti: la razón que me daba vida y me la quitaba día a día.
Pobre de mí que prefería las mil noches en vela con tal de sentir tus labios contra los míos, haciendo desaparecer los milímetros que antes siempre nos sobraban.
Pobre de mí que el día que me dí cuenta de que este amor ya no lo curaba ni los besos, no supe cómo seguir.
Porque es verdad, ¿cómo seguir caminando si estas coja de un pie? Lo mismo pasa con el corazón, no se puede continuar si te han arrancado el motor que te hacía vivir.

lunes, 16 de junio de 2014

elecciones.

Precipicios en los que la gente
ya cansada de esto
se aventura a explorar
llevando consigo
nada más que su alma,
hecha pedazos,
arrugada
y demolida  por los golpes mortales recibidos.

Cuando llegan al final del recorrido
existen dos caminos a escoger:
escalar la escarpada montaña y volver a respirar
o
buscar un lugar donde dejarse morir.
Fácil elección, ¿no?
Si, yo elegí lo que pocos se atreven a hacer:
yo me dejé morir,
mientras la mayoría
volvieron a sentir el calor
que la vida les ofrecía
como segunda oportunidad.
A los de abajo, 
nos llamaban hijos de Satanás
creyendo que ellos habían encontrado
la senda hacia Dios. 
Qué estúpidos.
No tienen ni idea de que,
en esta soledad,
dejamos de creer en esas bobadas
en el momento en el que la muerte
nos hizo su primera y única visita.

domingo, 15 de junio de 2014

'¿cómo buscarte fuera de mis límites si no estabas allí?'

Mi tinta tiene tu nombre grabado de tantas veces que se lo he recordado y cuando me dispongo a escribir, siempre apareces, en mayúsculas y en la mitad del papel; molestando, molestándome.
Todas las personas tienen un límite marcado por ellos mismos, uno que dicen hasta aquí y no suelen cruzarlo por mucho que les insistan. Pues bien, yo lo crucé por ti, me comí mi dignidad y te busqué detrás de cualquier árbol de ese desierto plagado de posibles. Pero, claro, ¿cómo buscarte fuera de mis límites si no estabas allí? Te quedaste a varios kilómetros de esa línea y me encontré sola, rodeada de la nada porque los famosos quizás se desvanecieron.
Supuse que querías crear una vida en la que yo no tuviera lugar, supuse que dejaste de querer cada parte de mí, las mismas que tantas veces me dijiste que te encantaban. Supuse tantas cosas que me negué a considerar ciertas, que no me sorprendí cuando las afirmaste todas, antes de tu último adiós. Un adiós pronunciado con fuerza, con seguridad. Un adiós que me atravesó como un cuchillo envenenado el corazón, dejándolo congelado y sin ganas de volver a amar.
Pero, no es capaz de sentir nada por nadie que no seas tú. No sé cómo o qué hiciste para, incluso, ponerle a él de tu parte, algo que sí consideraba mío, que creía tener poder sobre él hasta que llegaste con tus arranques de nerviosismo en los momentos más tranquilos, con tus medias tintas y tus no sé, con tus falsas esperanzas y promesas ya rotas antes de que las pronunciaras. 
Que ni mi querido Neruda es capaz de hacerme no pensarte, ni García Márquez de hacerme creer que te olvidaré antes de que pase medio siglo de historia; porque es nuestra historia, la única que me interesa.
Te dejé marchar aún cuando lo único que quería era un poco de ti a cada atardecer.
¿Fuimos una pérdida de tiempo? ¿No merecimos las risas, ni los abrazos con sabor a todo va a estar bien? ¿Estábamos predestinados a fallar?
Te puedo recriminar mil cosas malas y me seguiría quedando corta, pero aún así, sé que no estoy viviendo, porque faltas en cada suspiro y a cada noche.
Me faltas y quizás ahora me resuma en antes y después de ti.
Tantas veces te rogué que no te rindieras conmigo, y a todas respondías que no era posible que eso ocurriera porque no era una causa perdida, que ambos teníamos solución.

¿Y ahora qué? Ahora solo queda sobrevivir al día a día, buscar cualquier cosa a la que aferrarse para no despeñarse y continuar. 
Eso es todo.
Eso eramos.

jueves, 12 de junio de 2014

'Quizás estemos hechos para estar juntos, quizás dentro de unos años, nos encontremos y volvamos a ser, quizás ese sea nuestro momento.'

-¿Qué haces aquí?-le pregunto cuando, al abrir la puerta, me lo encuentro sentado en el escalón del jardín.
-Necesito hablar contigo.- me responde poniéndose en pie. Aún me sigue sorprendiendo lo alto que es, me saca por lo menos 20 centímetros.
Se acerca a mí, y yo instintivamente doy un paso atrás, cosa que percibe y baja la mirada, que antes tenía posada en mis ojos. Sabe que me cuesta resistirme a ese marrón chocolate.
-No tenemos nada de que hablar. Tendrías que haber venido hace tres meses, no ahora. Tendrías que haber aclarado las cosas conmigo en ese momento, haberme explicado el por qué de todo.- respiro e intento tranquilizarme, pero nunca he sabido controlarme cuando estoy cerca de él.- Ahora es tarde.
La expresión esperanzada que traía consigo, se cae, junto con sus manos, que guarda en los bolsillos.
-Mejor tarde que nunca ¿no?- se balancea hacia delante y atrás suavemente dando una imagen de niño que nunca ha roto un plato, cuando me ha roto a mí.
-No. Eso solo son tonterías que la gente dice para tener donde agarrarse cuando no le quedan opciones a las que acudir.-sentencio y él suspira. Sabe que soy una cabezota, pero esta vez tengo buenas razones para serlo.
-Mira, Sam, llevo dos horas esperando a que me abrieras la puerta porque sabía que me habías visto, sabía que estarías mirando por la ventana, te encanta.- vuelve a clavar sus ojos en los míos y me invade una sensación que llevo intentando alejar desde que terminamos.- Al menos merezco poder hablar contigo aunque sea por un minuto, ¿no crees?
Me dan ganas de tirarme a sus brazos y hacer que mis pedazos se vuelvan a unir sintiendo su respiración en mi cuello y sus manos en el bajo de mi espalda.
-No.- respondo e intento cerrarle la puerta en las narices pero pone el pie antes de que lo consiga. Chasqueo la lengua e intento no mirarlo porque las lágrimas volverán a abrirse paso para salir, al recordar las veces que ha hecho eso cuando teníamos cualquier pelea tonta.
-Sam, déjame entrar. Sé que quieres saber lo que tengo que decirte, eres demasiado curiosa para obviarlo.
En eso tiene razón, en mi interior quiero saberlo todo, pero a la misma vez hay una vocecita que me ruega que le eche de aquí.
No le hago caso y termino abriendo la puerta para que entre. Una sonrisa le cruza el rostro y siento como si me faltase la respiración.
Una vez cierro la puerta, me dirijo, sin mirarle, a mi habitación pero en cuanto entro, me arrepiento de haber escogido este lugar de la casa. Demasiado íntimo.
Cuando entra, mira a todos lados, analizándolo todo, buscando algo, parece ser.
-¿Has tirado todos mis regalos?-pregunta quitándose la chaqueta y dejándome ver una camiseta blanca básica que hacen que se le marquen los músculos. Esa era una de mis favoritas por esta misma razón.
-No, los tengo guardados, pero no a la vista.- contesto sin pensar, e inmediatamente me arrepiento de ello porque se instala en su cara una sonrisa triunfal. Signo de que no lo he olvidado. Pero sí lo he hecho, ¿verdad?
Él sigue recorriendo mi cuarto, mirando fotos, toqueteándolo todo y yo me desespero.
-Bueno, has venido aquí a hablar, no ha reordenarme las cosas, así que empieza.
Estoy de mal humor y se nota pero es su culpa, saca lo peor de mí.
-Vale, tranquila.- se sienta en mi cama y me hace una seña para que me una a él. Pongo los ojos en blanco y me coloco a su lado. Cuando nos veo así, me doy cuenta de que estamos en el mismo sitio donde me pidió formar parte de su vida como algo más que como amiga y vuelve la punzada de dolor.- A ver, no sé por dónde empezar, la verdad...
-Por el principio, es lo mejor y más eficaz.- le interrumpo y sonríe débilmente.
-Vaya, veo que no has cambiado.
-¿Para qué hacerlo?- sonrío un poco y no debería hacerlo. No quiero que él me haga sonreír de nuevo, no después de todas las veces que me ha hecho llorar.
-Lo siento, Sam, de verdad que lo siento.- empieza a hablar y noto lo nervioso que está porque empieza a jugar con sus manos; no las deja de mover. Me dan ganas de cogérselas y decirle que todo estará bien, que no se preocupe.- No tienes ni idea de todo lo que te echo de menos, no te lo puedes ni imaginar, es que te necesito, Sam, te necesito como al respirar y estos tres meses han sido como si me estuviera ahogando y era porque no te tenía conmigo, no te sentía reír, sino que sentía... como te ibas olvidando de mí y entonces me ahogaba más.- sus palabras agudizan mis ganas de derrumbarme y tengo un gigantesco nudo en la garganta.- No lo has hecho, ¿verdad? No te has olvidado de mí, ¿a que no?- noto como se le quiebra la voz al final de la frase.
Abro los ojos al sentir como me sujeta las manos con desesperación, con miedo a que me marche de la misma forma en la que se fue él.
No sé qué responder a eso, no sé si mentirle y decirle que sí, que ya no es nada para mí o decirle la verdad; que no hay día en el que no duerma con la camiseta suya que me regaló o mire nuestras fotos rememorando cada momento.
Me aprieta las manos como signo de urgencia y yo paseo la mirada por la habitación, incapaz de mantenerle la mirada, centrándome en los rincones en los que me robaba besos; el escritorio donde, mientras yo estaba escribiendo una nota a mi madre avisándole de que me iba, me susurro al oído que me quería.
Dejo que la lágrima que amenazaba por salir, corra libremente por mi cara, y me da igual que me vea, ya me da igual todo.
-¿Por qué te fuiste?- susurro muy bajo con la esperanza de que no me haya escuchado, pero sí lo ha hecho porque me suelta las manos de inmediato y se pone de rodillas delante de mí, y con su pulgar corta el recorrido suicida del río que ha salido de mis ojos.
-Creí que había dejado de quererte- intento hacer que esas palabras no me afecten, pero producen el efecto contrario, me levanto, alejándome de él y me siento en la repisa de mi ventana.- pero luego, a los pocos días de haberme ido, cuando empecé a notar tu falta en mí, me admití a mí mismo que no puedo dejar de quererte, que es imposible hacerlo y al mirarme al espejo, después de varias noches sin dormir recriminándome lo que te había hecho, no vi a un chico feliz, libre, que no tenía que preocuparse por nadie; sino que vi a alguien demacrado, no me reconocí y eso me asustó. Me asustó el yo sin ti.- admitió cuando estaba a unos pasos detrás de mí. Yo observaba la calle, la gente que paseaba por ella y los niños que le pedían a sus madres dinero para un helado mientras que yo, lo único que quiero es que se calle y no diga nada más, que no me haga más daño, porque me está destrozando, de nuevo; pero a la vez, me hace volver a notar esas pequeñas mariposas que creí muertas durante todo este tiempo.
No he parado de llorar desde que empezó ha hablar y no creo que pueda detenerme ahora, porque he explotado y cuando alguien explota, tarda su tiempo en recomponerse.
-No me he olvidado de ti, James. Nunca lo he hecho.- reconozco con un hilo de voz, tan endeble, tan débil como yo. Mis palabras le hacen entrecerrar los ojos de alegría, quizás, pero baja la mirada al empezar a sonrojarse. Me encantaba la manera en la que ese leve enrojecimiento le daba vida a sus ojos.- Pero no sé si me puedo dejar volver a quererte como antes, no después de todo el daño, después de estos tres meses sola; porque he estado sola ¿sabes? -aparto la mirada de la ventana y le miro a los ojos directamente y no me importa adentrarme en ellos, ya no sé qué es lo que me importa teniéndole como lo tengo ahora: de rodillas, suplicándome que le deje entrar en mi vida de nuevo.- me adentré en un mundo que desconocía debido a que estaba acostumbrada a recurrir a ti en cada momento de debilidad pero, en ese tiempo, cuando miraba a mi lado, esperando encontrarte para sujetarme si caía, como me habías prometido en tantísimas ocasiones que ya llegué a creérmelo... no estabas. ¡no estabas, James!- me levanto y empiezo a gritarle, a soltarle todo lo que no le he dicho.- ¡Me hiciste convertirme en alguien indefenso cuando no estaba contigo! En alguien que se apoyaba en ese estúpido 'para siempre' y en tus promesas sin validez.  Me creía todo lo que salía de tus labios; caso error. Pasé un infierno sin ti y no estoy preparada a volver a pasarlo si decides irte de nuevo.
-No me pienso ir más.
-Ya, eso dices ahora, pero cuando las cosas se tuerzan, te marcharás hasta que las arregle y eso no funciona así. No puedo estar contigo si voy a tener miedo por si vuelvo a escuchar el portazo de mi casa como señal de despedida 'eterna'
-Entonces... ¿eso es que no quieres volver a estar conmigo?- puedo ver como empieza a llorar y tengo que apartar la mirada y centrarla en otra parte porque no puedo soportar verle derrumbarse y menos, sabiendo que es mi culpa. Todo el nerviosismo, el enfado y las ganas de gritarle hasta dejarle sordo que minutos antes ocupaban cada parte de mi cuerpo, desaparece para dar paso a la angustia, al arrepentimiento y a la culpa. Hago el mismo movimiento que ha hecho él antes: le seco las lágrimas con los pulgares y le acaricio las mejillas intentando sonreír para que vea que ambos estaremos bien.
-No... no puedo estar sin ti, Sam. ¿Qué va a ser de mí?- me pregunta en tono de súplica, intentando aferrarse a algo para no descolgarse del precipicio y acabar hecho añicos contra el suelo.
-Sí puedes, James. Piensa que hay millones de chicas esperando a que te enamores de ellas, quizás más cerca de lo que pienses y, fíjate, malgastando el tiempo viendo a una ex medio loca bipolar, que solo sirve para hacerte llorar y escribir cosas sin sentido. Mereces algo muchísimo mejor que yo.- digo convenciéndome de que estoy haciendo lo correcto por ambos. Que sé que lo pasaremos muy mal durante no sé cuanto tiempo y los recuerdos nos atormentaran todas las noches hasta que encontremos a alguien que nos haga soñar en vez de temblar de miedo.- y, mira, quizás estemos hechos para estar juntos, quizás dentro de unos años, nos encontremos y volvamos a ser, quizás ese sea nuestro momento, pero no ahora.- estamos de pie en mitad de la habitación, con el sol escondiéndose, dando lugar a un perfecto atardecer, esos que tantos nos gustaba ver sentados en el tejado de mi casa; y ahora solo vemos su reflejo en nuestros rostros, le damos la espalda a lo que una vez nos unió porque quién sabe si nos puede romper más.
Ahora mismo, somos dos almas rotas aguardando a alguien con el valor de arreglarnos.
El silencio reina entre estas cuatro paredes porque ninguno habla, aunque nos estemos gritando con los ojos. 
-Espero que lleves razón porque creo que no seré capaz de olvidarme de ti.- habla después de un tiempo mirando nuestras manos entrelazadas, supongo que pesando que será la última vez que nos sintamos, que será la última vez que miremos de esta forma. Ya no habrás más amaneceres en su cama, ni noches largas sumidas por los besos y las caricias desordenadas.
-No lo hagas, porque yo no tengo intención de hacerlo.
Eleva la comisura de los labios intentando simular una sonrisa, pero no le sale. Está más triste que nunca y lo sé porque yo estoy igual.
-Te quiero, Sam. Te querré siempre, por muchas que pasen por mi vida, tú eres la única de la que me enamoraré de esta forma tan... real, que duele tanto que te desgarra por dentro, pero es la mejor sensación que se puede experimentar: querer hasta doler.- niego con la cabeza, sin saber qué decir porque ni yo misma lo habría explicado mejor. Salto a su cuello y le abrazo con tanta fuerza que parece que le romperé todos los huesos, pero al sentir que él también lo hace, me permito quedarme ahí metida un rato, en lugar donde más segura me siento de todos, donde no volveré a estar. Lo siento llorar en mi espalda y yo le pido perdón por esto, a lo que responde:
-Esto me lo he buscado yo solo, ahora me toca cargar con una vida sin ti. -rompe el abrazo y encoge los hombre en señal de que no se puede hacer nada. -Nadie me dijo nunca que los errores se pagaran tan caros, porque me han dejado sin nada.
Bajamos las escaleras, le abro la puerta y él cruza el umbral, deteniéndose a pocos metros. Se gira y con ambas manos en los bolsillos y los ojos enrojecidos, me habla por última vez:
-Hasta pronto, Samantha.
-Hasta pronto.
Baja el escalón y empieza a caminar, lo veo alejarse y cuando lo pierdo de vista, realmente siento que mi corazón no va a sanar porque él se lo ha llevado, dejándome el suyo a cambio, dejándome todo lo que es.
-Yo también te quiero, James.- susurro para mí cuando entro en casa, cerrándole la puerta a cada opción a la que sujetarme, porque él era cada una de ellas.