viernes, 27 de junio de 2014

Que muerta está nuestra historia ahora.

El viento se suele llevar con más facilidad las palabras que los hechos, por eso siempre he dicho que lo mejor es poner algo de peso que los sostenga, una piedra grande o el amor de dos personas, no sé, algo que evite que se olviden de su existencia.
-¿Quieres que esto funcione?
-Sí.
No hiciste que funcionara, es más pusiste todas tus ganas en olvidarme y aunque no me duela -porque tú, gracias a dios, no dueles- pero me has hecho sentirme tan sola que hasta tengo frío, un frío que me cala los huesos y los transforma en algo sin una función concreta, importante.
Creía que era yo quien te hacía vibrar, la que se levantaba temprano solo para ir a verte, a la que esperabas dando vueltas por casa y mirando cada dos por tres por la ventana por si ya había llegado y poder comerme a besos. Creía que era yo, que era a la que anhelabas pero, fíjate, no fue así y créeme, eso te hace pensar en que quizás no seas lo suficientemente buena para nadie.
-¿Dónde has estado toda mi vida?
-¿Y tú, dónde has estado?
Nos escondíamos el uno del otro para no hacernos esto: promesas sin hablar, silenciosas; esas eran las peores.
Pero, vayamos a lo serio. Sé que no me va a costar olvidarte, sé que pronto mis besos cambiarán de dueño y los tuyos le pertenecerán a otra, que me enamoraré de ese otro y tú seguirás rompiendo corazones, -menos mal que el mío al estarlo ya, no pudiste hacer nada- pero ¿a quién quiero engañar? Te voy a echar de menos.
Voy a echar de menos tu cama, incluso esas sábanas tan feas que nos cubrían, tu pelo mojado de las duchas de cada mañana, que pusieras el aire acondicionado cada vez que llegaba porque sabías que iba muerta de calor, las pocas cosas que compartimos y lo mucho que significaban para mí.
-Lo primero que quiero que hagas, es que me beses.
-Hecho.
Tu voz, tu voz sí que la voy a echar de menos, sin que faltase la clásica palabrota a cada final de la frase; que te debería de haber lavado la boca con lejía en vez de derretirme por tus labios. 
-Mañana va a ser un pedazo de día.
Siempre decías eso y la verdad, llevabas razón porque con tan solo verte, mi día ya merecía la pena ser contado.
Pero todo dejó de importar, ya no era en lo primero que pensabas al despertar o en quien te preocupabas cada vez que cogía el autobús.
Cambiaste de un día a otro y te juro que no quiero llorar, de verdad que no quiero, pero ambos nos hemos perdido y ahora no sé cómo encontrarnos.
-Dame una oportunidad.
-¿Otra?
-La última.
Y la desaprovechaste, joder, y a mí también.

lunes, 23 de junio de 2014

que todo termina, hasta nosotros, que nos juramos las estrellas.

'-Ven aquí, tonta, que eres tonta.- me agarró de la cintura y me dio la vuelta en la cama, haciendo que quedase encima suya. Sentía como su pecho subía y bajaba al compás del mío a causa de su respiración cada vez más fuerte. Sus ojos estaban fijos en mis pupilas azules, como si me devoraran y os juro que creía que me volvía completamente loca, tanto que incluso mis mariposas no sabían si salir a volar en mi estómago de manera constante.
Eran pocas las veces que estábamos así, pero los reviviría eternamente con tal de estar con él de esta forma, tan libres, tan jóvenes, tan nosotros.
-¿Perdona? De tonta tengo menos que tú seguro, chico.- Le dije sonriendo mientras apoyaba mi barbilla en su pecho y sentía como el aire proveniente de su nariz se estrellaba contra mi cara, dándome unos segundos más de vida.
Vi como sonreía e inevitablemente hacía lo mismo, como si pulsara un interruptor.
-Cállate, tonta.- volvió a sonreír y acercó su boca a la mía para besarme con cuidado, con lo que yo creía que era amor; alejando de mí el miedo a que me hagan daño, dejando abiertas mis puertas para enamorarme, haciéndome creer que el amor no es solo sufrimiento, que tiene sus momentos irrepetibles, como los que pasaba volando en sus labios.
Sus manos recorrían mi espalda sin dejarse ni un centímetro de ella, deseoso de más de mí y yo no era quien para negarle algo que es suyo desde que escuché su voz; me abracé con más fuerte a él, como si temiera caerme y él fuese mi salvavidas, que me recibe encantado, sin prisas.
En el momento en el que empecé a apoderarme de su cuello, sonó su teléfono móvil.
-No lo pienso coger.- dijo con la voz rota.
-Puede ser importante.- dejé de besarle y me dispuse a levantarme de la cama pero me agarró la muñeca y me tiró contra él de nuevo.
-No es más importante que esto.- sonrío y me besó; ésta vez con un poco más de desesperación, como si no nos quedara tiempo.
Me olvidé del sonido del móvil y me dejé llevar, le dejé a él las riendas de mí, pero cuando cesó la llamada, una voz femenina se adueñó de nuestro silencio, interrumpiéndolo con su voz de pito.
Él se tensó de golpe y dejó de besarme, se levantó y fue hacia el teléfono pero, la que esta vez le agarró del brazo, tirándolo a la cama, fui yo, y me arrepentí.
'Hola, guapo. ¿Te acuerdas de mí? Seguro que sí - soltó una pequeña risita y yo creí que iba a vomitar ahí mismo.- solo llamaba para preguntarte el por qué no me has llamado después de lo bien que lo pasamos anoche, ¿es que no quieres repetir? No dudes en buscarme cuando escuches esto, amor. Hasta luego, un besito.- y se cortó esa voz chirriante.
Permanecí mirando el teléfono sobre el mueble de la televisión durante lo que parecían siglos, hasta que su mano me rozó la espalda suavemente.
-¿Quién era?- pregunté con la voz entrecortada.
-No es nadie, de verdad. Vuelve a mí.- me pidió al acariciarme el pelo que me caía en cascada por la espalda.
-Si es alguien. Dime quién es.- me aparté de su tacto, no podía soportarlo, era como si me quemara.
Soltó un suspiro y se colocó delante de mí, obligándome a mirarle.
-Es una chica que conocí anoche cuando salí con los chicos, nadie de quien debas preocuparte.- volvió a tocarme, esta vez la mejilla. Jamás me había tocado la cara, quería que me tranquilizara pero eso no era posible, no ahora mismo. Separé la cara y le miré con rabia, pero sobre todo, con dolor.
-¿No me tengo que preocupar?- grité poniéndome de pie delante de él. Iba desnuda pero ¿sabéis qué? No me importó nada, ya me conocía, pero seguía mirándome con admiración, con deseo incluso estando tan enfadada como estaba ahora.- Te acaba de llamar una chica mientras estabas conmigo, diciéndote que lo pasásteis muy bien anoche y por qué no repetís ¿te crees que soy tonta y voy a dejar esto pasar? Entonces me conoces muy poco y mal.- busqué mi ropa interior y me la puse y cuando iba a ponerme los pantalones que estaban tirados en el suelo, se levantó, quedándose ante mí desnudo salvo por los calzoncillos que le tapaban.
No podía negar que tenía delante a una de las criaturas más hermosas que nunca había visto.
Y no podía creer que ésta fuera la última vez que lo tendría.
-¿A dónde vas?- me miró con miedo a que me marchase, pero yo ya no podía seguir aquí, me había engañado.
-Me voy.- le dí la espalda y me puse la camiseta aguantando las ganas de llorar porque era seguro que esto me dolía más a mí que a él.
-No, no puedes irte, por favor, quédate, aún tenemos 20 minutos hasta que salga tu autobús.
-¿Es que no lo entiendes? Me has mentido, me has engañado ¿y aún crees que me voy a quedar? Te repito que me conoces muy poco y encima mal.- me aferré a mi bolso y bajé lo más rápido que pude las escaleras con cuidado de no matarme. Al llegar abajo, él se interpuso en mi camino, otra vez.
-No tienes por qué cabrearte, nosotros no somos nada serio ¿sabes? No tengo ningún compromiso contigo.- dijo creyendo que había hecho bien, pero no, eso fue la roca que faltaba para hundirme del todo. Me mordí con tanta fuerza el interior de la mejilla intentando retener las lágrimas, que me hice sangre. Estaba perdida y dejé el camino libre a cada gota que aguantaba en la cárcel de mis ojos.
-Pues no, no teníamos ningún compromiso el uno con el otro pero creía que sentías por mí algo más que puras ganas de echar un polvo y entonces me permití quererte.- al escuchar eso, entreabrió los labios, sorprendido por esa palabra.- Sí, me has oído bien, te quiero, pedazo de gilipollas sin sentimientos. TE QUIERO.- grité tan fuerte como pude, dejando salir de mí mi ira hacia él, la decepción de haber sido utilizada por alguien como él otra vez y escupí los pedazos de mi corazón roto.
-No... no sabía que sentías eso por mí.- dio un paso hacia mí y me metió el pelo detrás de la oreja derecha, con delicadeza, centrándose en lo rojos que tenía los ojos y en que era su culpa, que todo era su culpa.
-Yo tampoco lo sabía, o sí pero intentaba no afirmarlo porque entonces solo daría rienda suelta a mis sentimientos y no quiero estar enamorada de ti, nunca.
-¿Por qué?
-Porque con cada día que pase voy a estar creyendo que estás con otras, que no soy la única y eso acabará volviéndome loca. El hecho de que ahora te quiera no significa que te vaya a querer toda mi vida, así que ahora sube y llama a esa chica que seguro que a ella le gusta más tu no-compromiso que a mí.- le aparté de un empujón y llegué a la puerta irradiando furia por cada poro de mi piel.
-Pero... a mí me gustas tú.
Me paré en seco y noté como se me erizaba el vello de la nuca lentamente, al girarme me topé con sus ojos llenos de esperanza, de ilusión. Ambas las borré enseguida.
-Ya no más, deja de mentirme, ya has conseguido lo que querías ¿no? Alguien con quien no aburrirte durante un tiempo. Me has tenido durante todo lo que has querido, a cualquier hora.- negué con la cabeza y crucé el umbral de la puerta, alejándome de él.- Olvídate de mí, que yo intentaré hacer lo mismo.- bajé las escaleras de su casa y llegué a la calle, me puse los auriculares y la música me inundó los oídos, el cerebro y el cuerpo.
Eché a correr lo más rápido que pude, dejándole en la puerta de su casa sin saber qué hacer o a dónde ir.
Cuando sentí que no podía más, me senté en el bordillo y comencé a llorar. Seguí llorando porque sabía que había hecho lo correcto, lo que debía pero no lo que quería.'

He vuelto a amar, he vuelto a sonreír, he vuelto a besar con ganas y a reír de verdad pero no de la misma forma como cuando estaba con él. 
Con él todo estaba a otro nivel, por encima del cielo y las nubes, hasta ahí llegó mi amor por él y su sonrisa.
Aún sigo pensándole, pensando en esa mañana, en todas las mañanas pasadas en su cama, arropada por la calidez de sus brazos y sumergida en su risa, en sus labios y en la manera en la que abría poco a poco sus ojos cuando no me sentía besarle.


'Antes de que sufrieras tú, sufría yo'

Siento como la brisa nocturna se abre paso entre los árboles para adentrarse en mí, en el vacío persistente que se adueñó de mi cuerpo, quitándole el lugar a mis sentimientos, ahora muertos.
No te imaginaba capaz de crear esta dependencia tan grande hacia tu persona, como si jamás pudiera desengancharme de ti por muy fuerte que lo intentase; eras mi droga, mi mayor y peor debilidad.
Eras de esas personas que aun cuando me fallabas, yo seguía protegiéndote por encima de todo porque antes de que sufrieras tú, sufría yo.
Mala elección fue esa porque a cada disparo que me paraba por ti, me deshacía un poco más hasta el punto en el que ya no era yo; y cuando llegó el instante donde más débil estaba, cuando permanecía hecha un ovillo a tus pies, suplicando por la protección que me ofrecían tus brazos, alcé la vista y logré deslumbrar tu figura a contraluz  y no pude ( o no quería) creer que quién disparaba, quien apretaba el gatillo contra mí, eras tú, con esa sonrisa torcida que tanto amaba antes y que ahora solo aparece en mis peores sueños, recordando cada una de las veces que me mentías, que decidías arrancarme un pedacito de mí para tu colección de muñecas rotas.
Soñábamos con recorrer el mundo y lo único que crucé fue el salón de casa de tantas noches que venías a la madrugada oliendo a vodka y colonia de mujer, caías rendido al sofá, sin dignarte a mirarme siquiera.
¿Y qué iba a hacer yo? Me encerraba en mi propia cárcel, autodestruyéndome para no destruirte a ti: la razón que me daba vida y me la quitaba día a día.
Pobre de mí que prefería las mil noches en vela con tal de sentir tus labios contra los míos, haciendo desaparecer los milímetros que antes siempre nos sobraban.
Pobre de mí que el día que me dí cuenta de que este amor ya no lo curaba ni los besos, no supe cómo seguir.
Porque es verdad, ¿cómo seguir caminando si estas coja de un pie? Lo mismo pasa con el corazón, no se puede continuar si te han arrancado el motor que te hacía vivir.

lunes, 16 de junio de 2014

elecciones.

Precipicios en los que la gente
ya cansada de esto
se aventura a explorar
llevando consigo
nada más que su alma,
hecha pedazos,
arrugada
y demolida  por los golpes mortales recibidos.

Cuando llegan al final del recorrido
existen dos caminos a escoger:
escalar la escarpada montaña y volver a respirar
o
buscar un lugar donde dejarse morir.
Fácil elección, ¿no?
Si, yo elegí lo que pocos se atreven a hacer:
yo me dejé morir,
mientras la mayoría
volvieron a sentir el calor
que la vida les ofrecía
como segunda oportunidad.
A los de abajo, 
nos llamaban hijos de Satanás
creyendo que ellos habían encontrado
la senda hacia Dios. 
Qué estúpidos.
No tienen ni idea de que,
en esta soledad,
dejamos de creer en esas bobadas
en el momento en el que la muerte
nos hizo su primera y única visita.

domingo, 15 de junio de 2014

'¿cómo buscarte fuera de mis límites si no estabas allí?'

Mi tinta tiene tu nombre grabado de tantas veces que se lo he recordado y cuando me dispongo a escribir, siempre apareces, en mayúsculas y en la mitad del papel; molestando, molestándome.
Todas las personas tienen un límite marcado por ellos mismos, uno que dicen hasta aquí y no suelen cruzarlo por mucho que les insistan. Pues bien, yo lo crucé por ti, me comí mi dignidad y te busqué detrás de cualquier árbol de ese desierto plagado de posibles. Pero, claro, ¿cómo buscarte fuera de mis límites si no estabas allí? Te quedaste a varios kilómetros de esa línea y me encontré sola, rodeada de la nada porque los famosos quizás se desvanecieron.
Supuse que querías crear una vida en la que yo no tuviera lugar, supuse que dejaste de querer cada parte de mí, las mismas que tantas veces me dijiste que te encantaban. Supuse tantas cosas que me negué a considerar ciertas, que no me sorprendí cuando las afirmaste todas, antes de tu último adiós. Un adiós pronunciado con fuerza, con seguridad. Un adiós que me atravesó como un cuchillo envenenado el corazón, dejándolo congelado y sin ganas de volver a amar.
Pero, no es capaz de sentir nada por nadie que no seas tú. No sé cómo o qué hiciste para, incluso, ponerle a él de tu parte, algo que sí consideraba mío, que creía tener poder sobre él hasta que llegaste con tus arranques de nerviosismo en los momentos más tranquilos, con tus medias tintas y tus no sé, con tus falsas esperanzas y promesas ya rotas antes de que las pronunciaras. 
Que ni mi querido Neruda es capaz de hacerme no pensarte, ni García Márquez de hacerme creer que te olvidaré antes de que pase medio siglo de historia; porque es nuestra historia, la única que me interesa.
Te dejé marchar aún cuando lo único que quería era un poco de ti a cada atardecer.
¿Fuimos una pérdida de tiempo? ¿No merecimos las risas, ni los abrazos con sabor a todo va a estar bien? ¿Estábamos predestinados a fallar?
Te puedo recriminar mil cosas malas y me seguiría quedando corta, pero aún así, sé que no estoy viviendo, porque faltas en cada suspiro y a cada noche.
Me faltas y quizás ahora me resuma en antes y después de ti.
Tantas veces te rogué que no te rindieras conmigo, y a todas respondías que no era posible que eso ocurriera porque no era una causa perdida, que ambos teníamos solución.

¿Y ahora qué? Ahora solo queda sobrevivir al día a día, buscar cualquier cosa a la que aferrarse para no despeñarse y continuar. 
Eso es todo.
Eso eramos.

jueves, 12 de junio de 2014

'Quizás estemos hechos para estar juntos, quizás dentro de unos años, nos encontremos y volvamos a ser, quizás ese sea nuestro momento.'

-¿Qué haces aquí?-le pregunto cuando, al abrir la puerta, me lo encuentro sentado en el escalón del jardín.
-Necesito hablar contigo.- me responde poniéndose en pie. Aún me sigue sorprendiendo lo alto que es, me saca por lo menos 20 centímetros.
Se acerca a mí, y yo instintivamente doy un paso atrás, cosa que percibe y baja la mirada, que antes tenía posada en mis ojos. Sabe que me cuesta resistirme a ese marrón chocolate.
-No tenemos nada de que hablar. Tendrías que haber venido hace tres meses, no ahora. Tendrías que haber aclarado las cosas conmigo en ese momento, haberme explicado el por qué de todo.- respiro e intento tranquilizarme, pero nunca he sabido controlarme cuando estoy cerca de él.- Ahora es tarde.
La expresión esperanzada que traía consigo, se cae, junto con sus manos, que guarda en los bolsillos.
-Mejor tarde que nunca ¿no?- se balancea hacia delante y atrás suavemente dando una imagen de niño que nunca ha roto un plato, cuando me ha roto a mí.
-No. Eso solo son tonterías que la gente dice para tener donde agarrarse cuando no le quedan opciones a las que acudir.-sentencio y él suspira. Sabe que soy una cabezota, pero esta vez tengo buenas razones para serlo.
-Mira, Sam, llevo dos horas esperando a que me abrieras la puerta porque sabía que me habías visto, sabía que estarías mirando por la ventana, te encanta.- vuelve a clavar sus ojos en los míos y me invade una sensación que llevo intentando alejar desde que terminamos.- Al menos merezco poder hablar contigo aunque sea por un minuto, ¿no crees?
Me dan ganas de tirarme a sus brazos y hacer que mis pedazos se vuelvan a unir sintiendo su respiración en mi cuello y sus manos en el bajo de mi espalda.
-No.- respondo e intento cerrarle la puerta en las narices pero pone el pie antes de que lo consiga. Chasqueo la lengua e intento no mirarlo porque las lágrimas volverán a abrirse paso para salir, al recordar las veces que ha hecho eso cuando teníamos cualquier pelea tonta.
-Sam, déjame entrar. Sé que quieres saber lo que tengo que decirte, eres demasiado curiosa para obviarlo.
En eso tiene razón, en mi interior quiero saberlo todo, pero a la misma vez hay una vocecita que me ruega que le eche de aquí.
No le hago caso y termino abriendo la puerta para que entre. Una sonrisa le cruza el rostro y siento como si me faltase la respiración.
Una vez cierro la puerta, me dirijo, sin mirarle, a mi habitación pero en cuanto entro, me arrepiento de haber escogido este lugar de la casa. Demasiado íntimo.
Cuando entra, mira a todos lados, analizándolo todo, buscando algo, parece ser.
-¿Has tirado todos mis regalos?-pregunta quitándose la chaqueta y dejándome ver una camiseta blanca básica que hacen que se le marquen los músculos. Esa era una de mis favoritas por esta misma razón.
-No, los tengo guardados, pero no a la vista.- contesto sin pensar, e inmediatamente me arrepiento de ello porque se instala en su cara una sonrisa triunfal. Signo de que no lo he olvidado. Pero sí lo he hecho, ¿verdad?
Él sigue recorriendo mi cuarto, mirando fotos, toqueteándolo todo y yo me desespero.
-Bueno, has venido aquí a hablar, no ha reordenarme las cosas, así que empieza.
Estoy de mal humor y se nota pero es su culpa, saca lo peor de mí.
-Vale, tranquila.- se sienta en mi cama y me hace una seña para que me una a él. Pongo los ojos en blanco y me coloco a su lado. Cuando nos veo así, me doy cuenta de que estamos en el mismo sitio donde me pidió formar parte de su vida como algo más que como amiga y vuelve la punzada de dolor.- A ver, no sé por dónde empezar, la verdad...
-Por el principio, es lo mejor y más eficaz.- le interrumpo y sonríe débilmente.
-Vaya, veo que no has cambiado.
-¿Para qué hacerlo?- sonrío un poco y no debería hacerlo. No quiero que él me haga sonreír de nuevo, no después de todas las veces que me ha hecho llorar.
-Lo siento, Sam, de verdad que lo siento.- empieza a hablar y noto lo nervioso que está porque empieza a jugar con sus manos; no las deja de mover. Me dan ganas de cogérselas y decirle que todo estará bien, que no se preocupe.- No tienes ni idea de todo lo que te echo de menos, no te lo puedes ni imaginar, es que te necesito, Sam, te necesito como al respirar y estos tres meses han sido como si me estuviera ahogando y era porque no te tenía conmigo, no te sentía reír, sino que sentía... como te ibas olvidando de mí y entonces me ahogaba más.- sus palabras agudizan mis ganas de derrumbarme y tengo un gigantesco nudo en la garganta.- No lo has hecho, ¿verdad? No te has olvidado de mí, ¿a que no?- noto como se le quiebra la voz al final de la frase.
Abro los ojos al sentir como me sujeta las manos con desesperación, con miedo a que me marche de la misma forma en la que se fue él.
No sé qué responder a eso, no sé si mentirle y decirle que sí, que ya no es nada para mí o decirle la verdad; que no hay día en el que no duerma con la camiseta suya que me regaló o mire nuestras fotos rememorando cada momento.
Me aprieta las manos como signo de urgencia y yo paseo la mirada por la habitación, incapaz de mantenerle la mirada, centrándome en los rincones en los que me robaba besos; el escritorio donde, mientras yo estaba escribiendo una nota a mi madre avisándole de que me iba, me susurro al oído que me quería.
Dejo que la lágrima que amenazaba por salir, corra libremente por mi cara, y me da igual que me vea, ya me da igual todo.
-¿Por qué te fuiste?- susurro muy bajo con la esperanza de que no me haya escuchado, pero sí lo ha hecho porque me suelta las manos de inmediato y se pone de rodillas delante de mí, y con su pulgar corta el recorrido suicida del río que ha salido de mis ojos.
-Creí que había dejado de quererte- intento hacer que esas palabras no me afecten, pero producen el efecto contrario, me levanto, alejándome de él y me siento en la repisa de mi ventana.- pero luego, a los pocos días de haberme ido, cuando empecé a notar tu falta en mí, me admití a mí mismo que no puedo dejar de quererte, que es imposible hacerlo y al mirarme al espejo, después de varias noches sin dormir recriminándome lo que te había hecho, no vi a un chico feliz, libre, que no tenía que preocuparse por nadie; sino que vi a alguien demacrado, no me reconocí y eso me asustó. Me asustó el yo sin ti.- admitió cuando estaba a unos pasos detrás de mí. Yo observaba la calle, la gente que paseaba por ella y los niños que le pedían a sus madres dinero para un helado mientras que yo, lo único que quiero es que se calle y no diga nada más, que no me haga más daño, porque me está destrozando, de nuevo; pero a la vez, me hace volver a notar esas pequeñas mariposas que creí muertas durante todo este tiempo.
No he parado de llorar desde que empezó ha hablar y no creo que pueda detenerme ahora, porque he explotado y cuando alguien explota, tarda su tiempo en recomponerse.
-No me he olvidado de ti, James. Nunca lo he hecho.- reconozco con un hilo de voz, tan endeble, tan débil como yo. Mis palabras le hacen entrecerrar los ojos de alegría, quizás, pero baja la mirada al empezar a sonrojarse. Me encantaba la manera en la que ese leve enrojecimiento le daba vida a sus ojos.- Pero no sé si me puedo dejar volver a quererte como antes, no después de todo el daño, después de estos tres meses sola; porque he estado sola ¿sabes? -aparto la mirada de la ventana y le miro a los ojos directamente y no me importa adentrarme en ellos, ya no sé qué es lo que me importa teniéndole como lo tengo ahora: de rodillas, suplicándome que le deje entrar en mi vida de nuevo.- me adentré en un mundo que desconocía debido a que estaba acostumbrada a recurrir a ti en cada momento de debilidad pero, en ese tiempo, cuando miraba a mi lado, esperando encontrarte para sujetarme si caía, como me habías prometido en tantísimas ocasiones que ya llegué a creérmelo... no estabas. ¡no estabas, James!- me levanto y empiezo a gritarle, a soltarle todo lo que no le he dicho.- ¡Me hiciste convertirme en alguien indefenso cuando no estaba contigo! En alguien que se apoyaba en ese estúpido 'para siempre' y en tus promesas sin validez.  Me creía todo lo que salía de tus labios; caso error. Pasé un infierno sin ti y no estoy preparada a volver a pasarlo si decides irte de nuevo.
-No me pienso ir más.
-Ya, eso dices ahora, pero cuando las cosas se tuerzan, te marcharás hasta que las arregle y eso no funciona así. No puedo estar contigo si voy a tener miedo por si vuelvo a escuchar el portazo de mi casa como señal de despedida 'eterna'
-Entonces... ¿eso es que no quieres volver a estar conmigo?- puedo ver como empieza a llorar y tengo que apartar la mirada y centrarla en otra parte porque no puedo soportar verle derrumbarse y menos, sabiendo que es mi culpa. Todo el nerviosismo, el enfado y las ganas de gritarle hasta dejarle sordo que minutos antes ocupaban cada parte de mi cuerpo, desaparece para dar paso a la angustia, al arrepentimiento y a la culpa. Hago el mismo movimiento que ha hecho él antes: le seco las lágrimas con los pulgares y le acaricio las mejillas intentando sonreír para que vea que ambos estaremos bien.
-No... no puedo estar sin ti, Sam. ¿Qué va a ser de mí?- me pregunta en tono de súplica, intentando aferrarse a algo para no descolgarse del precipicio y acabar hecho añicos contra el suelo.
-Sí puedes, James. Piensa que hay millones de chicas esperando a que te enamores de ellas, quizás más cerca de lo que pienses y, fíjate, malgastando el tiempo viendo a una ex medio loca bipolar, que solo sirve para hacerte llorar y escribir cosas sin sentido. Mereces algo muchísimo mejor que yo.- digo convenciéndome de que estoy haciendo lo correcto por ambos. Que sé que lo pasaremos muy mal durante no sé cuanto tiempo y los recuerdos nos atormentaran todas las noches hasta que encontremos a alguien que nos haga soñar en vez de temblar de miedo.- y, mira, quizás estemos hechos para estar juntos, quizás dentro de unos años, nos encontremos y volvamos a ser, quizás ese sea nuestro momento, pero no ahora.- estamos de pie en mitad de la habitación, con el sol escondiéndose, dando lugar a un perfecto atardecer, esos que tantos nos gustaba ver sentados en el tejado de mi casa; y ahora solo vemos su reflejo en nuestros rostros, le damos la espalda a lo que una vez nos unió porque quién sabe si nos puede romper más.
Ahora mismo, somos dos almas rotas aguardando a alguien con el valor de arreglarnos.
El silencio reina entre estas cuatro paredes porque ninguno habla, aunque nos estemos gritando con los ojos. 
-Espero que lleves razón porque creo que no seré capaz de olvidarme de ti.- habla después de un tiempo mirando nuestras manos entrelazadas, supongo que pesando que será la última vez que nos sintamos, que será la última vez que miremos de esta forma. Ya no habrás más amaneceres en su cama, ni noches largas sumidas por los besos y las caricias desordenadas.
-No lo hagas, porque yo no tengo intención de hacerlo.
Eleva la comisura de los labios intentando simular una sonrisa, pero no le sale. Está más triste que nunca y lo sé porque yo estoy igual.
-Te quiero, Sam. Te querré siempre, por muchas que pasen por mi vida, tú eres la única de la que me enamoraré de esta forma tan... real, que duele tanto que te desgarra por dentro, pero es la mejor sensación que se puede experimentar: querer hasta doler.- niego con la cabeza, sin saber qué decir porque ni yo misma lo habría explicado mejor. Salto a su cuello y le abrazo con tanta fuerza que parece que le romperé todos los huesos, pero al sentir que él también lo hace, me permito quedarme ahí metida un rato, en lugar donde más segura me siento de todos, donde no volveré a estar. Lo siento llorar en mi espalda y yo le pido perdón por esto, a lo que responde:
-Esto me lo he buscado yo solo, ahora me toca cargar con una vida sin ti. -rompe el abrazo y encoge los hombre en señal de que no se puede hacer nada. -Nadie me dijo nunca que los errores se pagaran tan caros, porque me han dejado sin nada.
Bajamos las escaleras, le abro la puerta y él cruza el umbral, deteniéndose a pocos metros. Se gira y con ambas manos en los bolsillos y los ojos enrojecidos, me habla por última vez:
-Hasta pronto, Samantha.
-Hasta pronto.
Baja el escalón y empieza a caminar, lo veo alejarse y cuando lo pierdo de vista, realmente siento que mi corazón no va a sanar porque él se lo ha llevado, dejándome el suyo a cambio, dejándome todo lo que es.
-Yo también te quiero, James.- susurro para mí cuando entro en casa, cerrándole la puerta a cada opción a la que sujetarme, porque él era cada una de ellas.


miércoles, 11 de junio de 2014

Ella.

''Quiero estar muerta. Quiero morir. Me da igual como. Solo quiero estar muerta.'''
''Socorro. Estoy a punto de cometer una locura.''
''Esta vez si es el final.''
''Adiós, te quiero. Nunca lo olvides.''
Te hundes a la mayor profundidad nunca encontrada y a una velocidad de vértigo. Recibir esos 4 mensajes a las 4:39 de la madrugada es señal de que todo está dicho, que ya no hay nadie al otro lado del teléfono.
Esa noche no dormí absolutamente nada. Me pase las horas esperando a que todo hubiera sido una broma o que apareciera para decirme 'No puedo dejarte sola'  pero no lo hizo. No apareció y yo creía que me moría.
No volvería a escuchar su risa.
No volvería a verla sonreír nunca.
No volvería a tener un mensaje suyo diciéndome alguna de sus tonterías que hacían sonreír a la persona más aburrida del planeta porque tiene ese don.
En ese momento, lo único que podía hacer era llorar y pedir ayuda. Llamé a todo el mundo que pude pero nadie me cogía el teléfono.
Estaba sola. Sola con ese dolor que me producía ver esos mensajes a modo de despedida.
Una vez me dijo que debía dejar de hablar conmigo porque no quería que sufriera cuando se fuese; yo le dije que no, que yo quería ser la primera a la que avisase cuando decidiese irse para siempre y así lo hizo.
Me avisó y ojalá jamás lo hubiera hecho, porque ahora lo único que puedo pensar es en lo egoísta que ha sido por su parte dejarme aquí, sola. ¿Por qué no ha podido quedarse? ¿Por mí, aunque fuese? ¿Tan poco le importo?
Dime, querida: ¿dónde guardarás nuestras tonterías, nuestras risas, nuestros llantos? ¿Dónde estará mi amiga si no es a mi lado?
¿Te acuerdas de las promesas que hicimos? Una de ellas es que no te irías sin mí, que no desaparecerías por mucho que te lo pidiera y ahora... Lo has hecho. Has roto todas y cada una de las promesas que nos hicimos a lo largo del tiempo en que nos conocemos. Te has ido de mi lado y sé que tendré que ir a ver como te meten en una jodida caja de madera a más de 3 metros bajo tierra. Lejos de mí. Para siempre. Y parece mentira que te vaya a conocer de esa manera. Parece mentira que no pueda quedarme a dormir una noche contigo, que no juguemos con la nieve cuando sea invierno, que no nos bañemos en el mar cuando sea verano y no pares de quejarte del calor que tienes. Parece mentira que no vaya a conocer cada una de tus pecas, cada una de tus manías. Es como si la mayor parte de mí se hubiera ido contigo, como si tú fueras quien me completase, mi mitad, algo que por mucho que quiera no volverá a ser. Siempre me faltará esa parte, me faltarás tú.
Todo lo que pasamos, lo tengo clavado como una espina que no tiene intención de suavizar su dolor, que no piensa darme un respiro en este mar de lágrimas, en estás ganas de irme de aquí.
Y es ahora cuando me doy cuenta de lo jodidamente importante que eres para mí. Ahora que te pertenece cada lágrima, ahora que me has dejado tan tirada como las colillas de tus cigarros, esos que devoras hasta las letras, que arrojabas por la ventana sin importante dónde terminaran. Ahora, que para verte tendré que sentarme en una tumba y hablarle a una piedra con tu nombre, que las palabras se las llevará el viento y yo, como tonta, sonreiré al pensar que estás a mi lado, apoyándome como siempre lo has hecho, dejando ver tu lado bueno, el que solo muestras a la gente. Pero, fíjate, yo quería hasta el lado malo; te quiero aún cuando me has hecho esto y te perdono por esto ¿cómo no iba a hacerlo? estamos hablando de ti, a la única persona que le perdono todo lo malo que podría hacerme, aunque con esto, se terminó todo el daño posible que pudieras hacerme; con esto has llegado al límite, lo has sobrepasado y has seguido corriendo; quizás, pensando que podría soportarlo todo, pero no, yo no puedo soportar estar sin ti.
Así que, explícame cómo seguiré adelante, cómo pasaré los días si no son hablando contigo, dime, como cojones, voy a poder sobrevivir a este infierno.
No puedo expresar con palabras lo mal que me siento, lo vacía. lo sola.
No pretendo expresarlo porque son sentimientos que me van a acompañar siempre.
Cada vez que te recuerde.
Cada vez que quiera contarte cualquier cosa y me de cuenta de que no hay nadie con quien hablar.

Deseaste desaparecer de este mar de dolor continuo, y lo conseguiste a pesar del daño que lograste provocar con tu eterna marcha.

sábado, 7 de junio de 2014

¿Qué voy a hacer ahora cuando necesite de tus abrazos?

'-Quizás lo mejor sea que me marche y te deje vivir. Aunque no quiera y me cueste, creo que mereces ser feliz.- me besas en la frente y yo me quedo petrificada sintiendo por última vez tus labios sobre mí, con raíces que han salido de mis pies y me agarran con fuerza al suelo, sin dejarme mover.
No, no te vayas, por favor...
Intento hablar pero me lo impide el nudo que se ha instalado en mi garganta y amenaza con hacer que me derrumbe.
Te veo alejarte, andando de espaldas a mí, cerrándome la puerta de tu vida y quiero salir corriendo y abrazarte con tanta fuerza que sienta que volvemos a unir nuestros pedazos, que somos uno.
Pero, en cambio, permanezco quieta, sintiendo como el frío helado de Enero me congela hasta los huesos, y se que estaré así por mucho tiempo si no vuelves, con un vacío en mi interior que solo tú puedes llenar.
Empiezo a llorar porque ya te echo de menos, noto la falta de tu brazo sobre mis hombros, tu aliento en mi oreja y tus rios de besos desde mi cuello hasta mi ombligo.
¿Qué voy a hacer ahora cuando necesite de tus abrazos?
Sin darme cuenta estoy andando con dirección a tu casa, como guiada por una fuerza mayor, como un hilo que nos une y tira de mi porque sabe que no sé ser sin ti. Camino sin ganas, arrastrando mi alma por las calles, porque solo quiero hacerme un ovillo aquí mismo y dejarme morir al imaginarme que debes estar igual que yo y una ráfaga intensa de dolor me atraviesa el alma al pensarte de esa forma. A ti; alguien con las armas y las ganas suficientes para hacer reir a carcajadas a la chica más triste de la tierra, alguien que veía el mundo de colores y no en una gama de grises oscuros, casi negros. La persona que me enseñó a ir despacio, a pisar el freno y disfrutar de la belleza del mundo que nos perdemos en nuestros llego tarde y los voy con prisa. El que me dijo que el café está mejor con un poco de azúcar, como la vida.
¿Cómo podría ingeniármelas para olvidar todo eso? Para deshacerme del sonido de tu risa que hacía que me recorrieran escalofríos a lo largo de la espina dorsal, de tu forma tan característica de amarme a medianoche con las estrellas sobre nosotros, envidiando algo tan nuestro.
Dime, ¿cómo podría, o tan siquiera intentar, olvidarme de ti? Porque es absurdo.
Porque si tuviera el valor de hacerlo no estaría en la puerta de tu casa, tocando el timbre como una loca desesperada, esperando a que te levantes de la cama y me abras la puerta.
Y la abres.
Y aún con los ojos más rojos que te he visto, sigo pensando que eres lo más bonito que jamás he visto. Que soy la chica con más suerte del mundo por poder decir que eres mío; que esos labios los he besado yo, y que esos ojos verde oscuro me han visto más veces despertar que cualquier persona.
-Hola.- es lo único que me atrevo a decir después de todo.
-Hola.- respondes y bajas la vista al suelo. Me fijo en tus manos, el doble de grandes que las mías, con las que tantas veces me has protegido, tanto de los demás, como de mí misma y me invade la necesidad de sentir su tacto sobre mi piel como nunca antes.
-Te quiero.- susurro, creyendo que no lo ha escuchado, pero parece como si lo hubiera gritado porque levanta la mirada del suelo al instante, sorprendido. Sabe que es la primera vez que lo digo y, aunque lo intenta, no puede evitar sonreír.
-No sabes cuánto tiempo llevo esperando escuchar eso salir de tus labios.- dices sin moverse, pero con la sonrisa atravesándole la cara y a mí me empiezan a revolotear mariposas por todo el cuerpo, no solo en el estómago y pienso que de un momento a otro, echaré a volar.
-Te lo repetiría un millón de veces, te lo gritaría, te lo pintaría en un puente, en una pared o, incluso, me lo escribiría en la frente.- vuelve a sonreír porque sabe que soy capaz de hacer eso.- Lo haría. Haría eso, y cualquier cosa, porque te quedaras conmigo. Lo haría todo por ti, al igual que lo haría todo contigo, porque te quiero.-respiro con fuerza, como si me hubiera quitado el mayor peso que tenia sobre mí y él se remueve inquieto en su sitio. Y justo cuando vuelvo a la carga con otro de mis discursos sobre mis sentimientos, empujas la puerta con una mano, cogiéndome con la otra me metes en tu casa y cierras las puerta.
Una vez dentro, me besas. Me besas como nunca, como si llevaras tiempo queriendo hacerlo, como si hubieran pasado unas cuantas décadas desde que te marchaste en vez de un par de horas. Me besas con cariño, con pasión y con ternura, como sabes hacerlo, sujetándome el cuerpo porque si no lo hicieras me derretiría y acariciándome la espalda.
Cuando nos separamos, a ambos nos cuesta respirar y yo tardo en abrir los ojos por si todo ha sido un sueño, pero al hacerlo y encontrarme con tu mirada, sé que es así como quiero pasar el resto de mis días, contigo.
-Te quiero.- me susurras al oído, como si tuviera miedo de que alguien robase esas palabras; me vuelves a besar y, al hacerlo, puedo asegurar que no he sido más feliz en toda mi  vida.'