miércoles, 11 de marzo de 2015

yo te busco y te vas.

Mil caminos he cruzado,
tantos rostros he podido ver
con la simple esperanza
de que en el próximo puerto
en el que bajase,
visualizarte entre la multitud,
de puntillas,
con esos pantalones desgastados,
y la camisa de los domingos;
buscando entre la gente,
buscándome
y encontrándome.

Bajo sol y sombra he estado
he sentido lluvias y tormentas cayendo sobre mí
y no me ha importado.
Y, ¿sabes para qué, amor mío?
para observar
cómo nos bailaban las palabras,
ya que el menear las caderas nunca fue tu punto fuerte,
pero jamás te cansabas de hablar
y menudos bailes te marcabas
con el simple bamboleo de tus labios.

He arrancado corazones
y destrozado almohadas
con el objetivo
de hallar el mismo tacto
que provocaban en mí tus sábanas,
esas que regábamos a besos
y nos cubrían de la realidad.

He hecho mil y una cosas
de las que no me enorgullezco
y otras que volvería a repetir sin dudarlo.
Daría la vuelta al mundo
por dos razones:
la primera,
por verlo
y la segunda,
por verte verlo.

He cerrado puertas y bajado las persianas
 con el fin de no dejarte marchar;
y nunca entendí cómo
pero hallabas la manera de huir
a cada amanecer;
he dejado a medias los cafés
y vacías las botellas de tequila,
no me preguntes por qué,
pero me recuerda
a nuestras noches
por las calles de Segovia.

En resumen,
lo he dejado todo por ti
y tú me has dejado a medias
en este misero polvo
que dices que es la vida.