miércoles, 26 de noviembre de 2014

'la lluvia ha cesado ahí fuera, pero aquí sigue y seguirá durante un tiempo'

Anoche se podía escuchar el sonido de las gotas de lluvia contra el cristal de mi ventana mientras nos decíamos adiós, pero no sabía si donde llovía era fuera o dentro de mí; o en ambos sitios, porque no sé cómo hiciste para volverme a hacer llorar, bueno sí, marchándote.
Pero esta vez sé que es distinta, lo siento en los huesos, en el alma. Te has ido porque has encontrado a otra mejor que yo, me has cambiado; has cambiado un corazón que te pertenecía (roto, pero tuyo) por uno a estrenar. ¿Estabas demasiado cansado de los mismos labios? Quizás querías empezar de nuevo pero, pobre de mí, que quería un nuevo comienzo contigo cuando tú lo querías con otra. Y fíjate, lo has conseguido, como todo lo que te propones.
Te dije que te necesitaba, que era lo único que sabía con seguridad y tú lo único que me dijiste fue que tenías novia, y claro, ¿cómo voy yo a competir con alguien como ella? Si al fin y al cabo, no sé como no te fuiste antes, no sé cómo has 'seguido' ahí para mí sabiendo que no soy, para nada, algo que vale la pena conservar.
Pero, es extraño, porque esta vez la que decidió irse, fui yo.
-No puedo ser tu amiga.
-¿Por qué?- me preguntaste asustado.
-Porque te quiero, joder. Te quiero más que a mí misma. 
-¿Entonces?- pareció como si no te hicieron efecto alguno mis palabras cuando a mí me quemaron al salir de mi boca.
-¿Entonces qué?
-Eso, de que no puedes ser mi amiga.
-Entonces no somos nada.- respondí con lágrimas en los ojos, volteando la cara, porque ya no sabía de qué manera desahogarme.
-¿En serio?
-¿Te sorprendes? ¿Tú podrías ser amigo de la persona de la que estás enamorado y que ella esté con otro?
-No.
-Pues ahí está mi justificación.

Nos despedimos de la manera más fría posible, mientras a mí me ardía el corazón, mientras sentía como me abrasaba por dentro porque veía cómo caminabas en la dirección opuesta a mí cuando siempre he pensado que por muchos desvíos que tomásemos, terminaríamos llegando al mismo destino.
Una pequeña parte de mí, esa que aún vive tras este mar de lágrimas, cree que por mucho tiempo que transcurra, por muchas que pasen por tu vida y te olvides de mí, una vez que nos veamos, todo volverá a ser como antes, volveremos a ser nosotros, estarás de vuelta para quedarte, para quedarte para siempre. Pero ten cuidado, que para cuando regreses, no te encontrarás con lo que ahora soy, ni con lo que era cuando empezamos, porque ya no habrá ni un pedazo de ese corazón que tan bien conoces. El viento se habrá llevado consigo todo rastro posible dejando solo la carcasa, por si alguien se atreve a llenarlo.

Dime, ¿cómo podré volver a reír sabiendo que esa risa no es de verdad?
¿cómo podré volver a amar sabiendo que no eres tú el que lo reciba?

Y tú, ¿serás capaz de mirarme sin recordarnos?

Ya puedo ver el sol salir entre las montañas, la lluvia ha cesado ahí fuera, pero aquí sigue y seguirá durante un tiempo.
No te quiero decir el adiós definitivo porque no quiero no tenerte, no quiero dejar de quererte porque entonces sí que habré terminado conmigo misma, porque entonces sí que no me quedará nada por lo que seguir luchando, porque entonces, no tendré a quien escribir y lo necesito.
Así que, mientras este jodido sentimiento siga vivo en mí podré seguir pensando que somos eternos.





Siempre tuya,
siempre mío,
siempre nuestros.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Dígale.

Dígale al mundo, señor, que aquí hay dos
que necesitan un día más
para amarse.
Sin prisas,
sin acelerar,
con calma
y tranquilidad.
Dígale, señor, a quien nos dirige la vida
como si fuéramos títeres,
que nos deje un ratito más
para el último adiós.
Dígale, señor, que es una injusticia
lo que hace;
el separar a dos personas
porque cree que no son capaces
de superar ese bache del camino.
Ruéguele, señor,
una eternidad para nosotros,
o una noche también nos valdría,
que nosotros nos encargamos
de hacerla eterna.